60 Amauta te: La puerta del cuarto vecino se abrió, y en el marco apareció la figura de mi padre. Desamparado en medio de entusiasmo, con los brazos colgantes, yo no acertaba a separar la vista del charco de té.
La voz de mi padre sono colérica. Otra vez has vuelto a echar a perder el piso. Estaba tan contentola balbuceé.
Mi padre avanzó hacia mí. Ya sabía que esto iba a valerme una bofetada. El piso encerado era el gran orgullo de mi padre, pues no había otro como él en toda la vecindad. Ya me había costado buenos pescozones.
Pero esta noche mi madre se interpuso delante de mi padre, le cogió la mano que se alzaba amenazadora y le dijo con voz apaciguan ¡Déjale por esta vez! Hay que perdonarle, pues estaba de veras la mar de entusiasmada. Imagínate que ha decidido ser un héroe!
No es extraño que empiece rompiendo una taza. No te preocupes; ya lo limpiaré yo en seguida. De todos modos, hoy, como sábado, nos tocaba dar brillo. Pero parece que tu hijo ha heredado un carácter fuerte. Seguramente por el lado materno. dijo riéndose y haciéndole una pequeña reverencia burlona, pero sin maldad. Mi padre se retiró a su cuarto meneando la cabeza. Haced lo que queráis. oí que gruñía.
Corrí a mi madre con ademán de abrazarla.
Pero ella, doblada ya sobre el suelo, se ocupaba en recoger los añicos de la taza y en secar el té con un paño. Ahora, a la cama. me dijo. y mañana temprano invitas a Ferd para que venga a merendar contigo el domingo. Habrá pasteles de manzana.
Yo apenas podía hablar de la emoción. Muy suave, de puntillas, me acerqué a ella, y de rodillas la besé en la mejilla, junto al pelo.
Aquella noche fuí muy feliz y pasé mucho tiempo sin dormirme. la mañana siguiente, durante el descanso largo, me acerqué a Ferd, que estaba junto al vallado del patio, y le dije. Ferd, yo quiero seguir siendo tu amigo. De veras. me contestów. por qué?
Me puse todo colorado. No sé por qué, pero el domingo vienes a merendar con nosotros.
Tendremos pasteles de manzana.
Ferd, al oír esto, se rió y me echó el brazo al cuello. así cogidos, cruzamos el patio. Los grupos de chicos murmuraban cuando pasábamos junto a ellos. Era un sentimiento sublime.
Cuando tocaron para el fin del recreo y todos corrían hacia la clase, cogí a Ferd del brazo, le acerqué a mí y le dije al oído. Te daré todo lo que quieras, todo lo que tengo. hasta la vidal (Esto de dar la vida lo había leído en una novelita infantil, donde los chicos se juraban siempre amistad con esas palabras. Ferd se rió. Mira, eso guárdalo para tí, y enseñame a montar en bicicleta.