58 Amauta cas.
tardó en ser motejado por toda la clase de bastardo. que era el calificativo que solíamos dar también a los chicos de las escuelas públiFerd aceptaba flemáticamente este boycott. En los descansos se paseaba solo por el patio y comía su pan sin acercarse a nadie, mientras los demás se entretenían en grupos. Le tenía sin cuidado que murmurasen de él por detrás y le llamasen bastardo u otras cosas despectivas.
Su padre le había explicado las causas de este aislamiento, y lo aceptaba como un honor.
Yo fuí el único de la clase que consiguió romper el cerco. En las cuestiones de educación, mi padre se confiaba siempre a mi madre, y sólo se preocupaba de las obligaciones de su cargo y de su colección de sellos. Además, no podía ver a Brosius, por su charlatanería. Los modales de éste, que era muy aficionado a contar chistes obscenos, cuando estaba bebido, chocaban en un todo con los severos principios cristianos que habían presidido la educación de mi padre. aunque condenaba como inmoral todo lo que contaban del Comandante, era lo bastante justo paar no aceptar a Brosius como juez. mi madre le era simpático Ferd. Le observaba muchas veces cuando jugábamos, dirimiendo una discordia o trepando con elegantes movimientos al nogal. le gustaba hablar con él, pues daba siempre respuestas claras a lo que le preguntaban y no se ponía nunca colorado cuando le hablaba una persona mayor. cuando se inclinaba para hacer una reverencia o se quitaba el sombrero, se veía que no eran cortesías de animal amaestrado, como las de los otros chicos, sino espontáneas y cordiales. Cuando mi madre le hablaba, no era tampoco en ese tono de ironía amistosa con que suelen hablar los adultos a los chicos de otros, sino con seriedad e interés. hasta mi padre, al empezar a ponerse por obra el boycott que se había proclamado en la asamblea escolar pocos días después del cumpleaños del Kaiser, dijo de él. Ese chico de von es de buena cepa. Lástima que su padre tenga unas ideas tan raras. Por qué no las guarda para sí. Quiéres que todos sean como tú. le replicó mi madre, dirigiéndole una mirada irónica. Haz el favor! gritó mi padre, indignado. La comparación es molesta. Tampoco yo estoy conforme con muchas de las cosas que pasan pero me callo. Doy al César lo que es del César. Cumplo con mi deber y no olvido que soy un funcionario y que no tengo que meterme a gobernar el mundo. diciendo esto, se volvió a su cuarto a seguir ordenando su colección de sellos a la luz de la lámpara verde.
Yo, sentado tímidamente junto a la mesa, me entretenía en hacer nudos a los flecos del tapete. Como de costumbre, mi padre había puesto la decisión en manos de mi madre, fiado en su instinto para todas las cuestiones de la vida práctica. en que quería ocuparse lo menos posible. Hasta para hacerse el nudo de la corbata tenía que entregarse a ella. si ésta le consultaba acerca de algún asunto de la casa, del jardín o de mi educación, contestaba siempre lo mismo. En principio, me parece muy bien; dispón tú lo que te parezY se iba con la puntualidad de siempre a sus ocupaciones o, si era por la noche, se refugiaba con tranquila fruición en sus entretenimienca.