32 Amauta tamento en Campaña, en su cuartel general de Manco, a los notables de Yungay y de un modo especial al jefe de la Guardia Urbana Don Rosas Villón.
Habiendo pasado seis horas de la marcha de mis delegados don Fidel Olivas Escudero, Manuel Camino y Daniel Figueroa, se aseveró que los ayudantes indios habían sido muertos, noticias que han exasperado a mi ejército. Como ayer no hubo acuerdo alguno con los notables de esa colectivamente, sino con el señor Filiphs, sin representación oficial, quien me ofreció entregar cuarenta rifles (pero ahora más informado se que existen más de doscientos) y que todavía no ha cumplido, burlándose así de mi autoridad. Por otra parte habiéndose presentado cien viudas de los victimados en Yungay a pedir socorro para sus vidas, y necesitando a la vez, sostener mi ejército, les remito las conclusiones siguientes: En cuanto reciban este oficio reconocerán mi autoridad como Prefecto. Entregarán los doscientos rifles ofrecidos. 39. Entregarán cinco mil soles para socorrer a las viudas, y para el mantenimiento de mi ejército. La realización de esta cláusula debe hacerse principalmente con la cooperación del acaudalado Dr. Figueroa, titulado por ustedes Prefecto. Si hasta las doce del día no entregan en mi cuartel General de Manco lo pedido, me veré en la dolorosa necesidad de ocupar esa plaza a sangre y fuego. Los indios tenían cuarenta cajones de dinamita y cuatro barriles de pólvora, robadas de las minas de Uchcu propiedad del señor Laguna. En estas minas trabajaba como barretero Pedro Cochachin, de donde le vino el nombre de Uchcu. que significa hueco. socavón o mina. Toma de Yumgay Las proposiciones de paz, fueron por fin aceptadas por los yungainos. Junto con los enviados de los indios, vinieron varios caballeros, a entrevistarse con Atusparia. Pero ya era tarde. Uzcu Pedro con sus machacadores de huesos, los recibió a balazos en el camino. Los parlamentarios, algunos heridos, volvieron grupas, y no pararon hasta Carás.
Las huestes indias entraron en Yungay, después de victimar a los pocos defensores de la ciudad. lanzasos dieron muerte en las calles a cinco de los más connotados vecinos. Al jefe de la Guardia Urbana Don Manuel Villón lo hirieron mortalmente en el río; para salvarse se había echado al agua.
Varios bebederos habían sido saqueados. Los indios, pletóricos de alcohol, cumplieron sus ritos bárbaros, mutilaron cruelmente los cadáveres de los blancos. Sus sangrantes entrañas fueron paseados en las puntas de las lanzas como trofeos. La sangre de los valientes fué bebida por los valientes, despreciada la sangre de los cobardes.
Uzcu Pedro estaba indignadísimo contra los taberneros de Yungay; habían envenenado el aguardiente, y más de una compañía se quejaba de dolores agudos. Varias tiendas de comercio, fueron respetadas por temor a los envenamientos; una de las más surtidas estaba con las puertas abiertas (con la precipitación de la huída, el due