Guerrilleros

Amauta 31 Su lugarteniente, el Cacique Tupis huanca, engalanado con sus mejores vestidos de fiesta, comandaba la retaguardia.
Cuando el ejército indio llegaba a las puertas de Yungay los últimos soldados salían de Manco. Más parecía una formación militar que un combate. El pensamiento de Atusparia era hacer esta demostración militar, para amedrentar a los blancos y tomar Yungay sin sangre.
Viendo la inmensa cantidad de indios, los 83 caballeros de Carás que fueron a Yungay, huyeron presto a defender su ciudad.
Sólo los 17 caballeros de Yungay se aprestaron a luchar por la honra de la ciudad del Huascarán. Dice la fama, que ese día, pudieron contener a los sublevados, matando 800 indios, y que, de parte de ellos, sólo un Ramos salió con un rasguño en una pierna. las doce del día, Atusparia se retiró a su cuartel general, jurando que esa misma tarde tomaría Yungay a sangre y fuego.
Se preperaban los indios para la batalla, cuando recibieron la noticia de que el Prefecto Mosquera había salido de Huarás y se adelantaba sobre el Callejón de Huaylas, con varios miles de indios; y, era lo más alarmante, acompañado de un séquito de cien cholos mestizos armados de fusiles.
Atusparia temeroso de una traición esperó a Mosquera. Por fin llegó el Prefecto. Que te propones? le interrogó Atusparia.
Este, echándola los brazos al cuello, díjole: No puedo permanecer en Huarás inactivo. Supe tu derrota y he venido a castigar a los de Yungay. Te traigo mil guerrilleros y cien fusileros. En esto, un chasqui trae la noticia de que El Gobierno de Lima había mandado tropa a Casma y que ésta, avanzaba al mando del Coronel Gonzales por Yautan y Pariacoto a tomar Huarás. Gran valor el de este doctor dijo sarcásticamente el Uzcu.
Viene a pelear junto con nosotros, que no lo necesitamos, y deja que avancen sobre Huarás las tropas del Gobiernol. y agregó feroz: Debemos de una vez, destruir Yungay, para marchar sobre Casma.
Acompañando a Mosquera, había venido de Huarás, el sacerdote Fidel Olivas Escudero, que tenía gran ascendiente entre los indios. Con lágrimas en los ojos pidió que no destruyesen Yungay; y amenazó al Uzcu con las penas del infierno si persistía en sus sanguinarias ideas.
El jefe de los destripadores, se río de las amenazas del joven sacerdote, y dijo: Si hay infierno se irán primero a él los gamonales.
El presbítero logró convencer a los jefes indios, que aplazaran el ataque y mandaran a Yungay un nuevo parlamento compuesto del mismo Olivas Escudero, de dos personas del séguito de Mosquera y de varios ayudantes indios, todos soldados distinguidos y autoridades en tiempo de paz.
Un señor Filiphs, hecho prisionero por los indios, dió su palabra, de entregar a Atusparia, a cambio de su libertad cuarenta fusiles. Confiando, en esta promesa Atusparia, le dió libertad, advirtiéndole que si dentro de seis horas no recibía noticias de él, tomaría Yungay, y fusilaría a todos los blancos.
Como pasasen más de las seis horas, sin recibirse noticias ni de Olivas, ni de Filiphs, Atusparia creyéndose burlado, ordenó el ataque. Antes de principiar el combate déjame escribir un último parlamento le suplicó Mosquera y escribió y mandó con un mensajero, el siguiente. República Peruana. Manuel Mosquera, Prefecto del Depar