Amauta 29 Su ondear era inconmensurable como si una fuerza de marea.
no el viento. la causara con su infinita caricia. Se sintió blanco.
Sintió esa negrura junto a él. No estaba inmóvil. No se iba. Sabía que en su negrura corría la bruma blanca: saturada de blanco, invisible desde la negrura de su cuerpo, dándole vida.
Un gran deseo lo llenó. El. separadamente blanco, viviendo a través de lo negro. sintió la necesidad y el poder de sumergirse en ella, de alcanzar la bruma blanca que daba vida a su negrura.
Pasión, pura pasión, sin objeto, lo elevó. Tomó su cuerpo: era un cuerpo: ella era un cuerpo negro, muerto. Así la tomó. Así la hizo viviente. El era sello de vida sobre su substancia: era canto.
Frente a sus ojos había negro vacío. Caían por el vacío hilos de blanco, glóbulos de blanco: en sus ojos el cuerpo de esta mujer: cayendo por él, él mismo.
Reposaba de espaldas, sonriente, con ojos cerrados. Ella dejó el lecho y se arrodilló en el suelo junto a él.
Besó sus pies. Besó sus rodillas. Tomó sus dedos, apretó cada dedo, uno a uno, contra sus ojos. Sus dedos estaban fríos.
Golpeó su frente, golpeó locamente su frente y su pecho contra la cama de fierro. Traducido por Oliver para Síntesis de Buenos Aires)