Amauta 21 DOS RELATOS DE CITY BLOCK. por Waldo Frank. CCOLA DE C LARENCE LIPPER pasó de la oficina a la Nochebuena.
Sus ojos encontraron la calle, una mano enguantada subió, empujó su galera marrón. Esta fué su respuesta a lo que sus ojos tomaron. Entonces se hundió en la multitud.
No estaba perdido.
Bajo el ala de su sombrero había un mechón castaño y una frente clara. Su sombrero y su rostro no concordaban; quizá fuese esta la causa por la cual su sombrero estaba tan echado hacia atrás. Una nariz pequeña y fina se abría camino; una boca chica y cálida sorbía aire fresco; ojos azules. Contra éstos en ritmo inverso, el sombrero hacia atrás, la varita de bambú vibrante, los zapatos con capellada. Estos son presto; ojos, nariz y boca son andantino. Un desacuerdo sutil, flotaba aparte en el canto rudo de la calle.
Bajo esa espuma de atareada multitud, su cuerpo tenía su paso, su espíritu su canal. Clarence Lipper era un hombre, un individuo, con hombros que hendían el humano fragor.
La calle era fría y cerrada. Dos costados eran comercios. eran tamices, absorventes, limitantes. La multitud agitada, aunque invariable. Era espesa, irradiaba un fulgor opaco como de metal, medio helado, medio al rojo. fluctuando entre blando y sólido, entre llamarada y barro. Pero Clarence seguía su camino. El tamiz no lo absorbía. En su bolsillo había seis dólares y monedas. En cierto negocio había un peine y un cepillo de marfil. el regalo para su mujer. Ella lo había sugerido. En este momento estaba en su casa dispuesta a sorprenderse ante el cepillo y peine de celuloide imitación carey, que Clarence le traería. El ritmo de los pies de Clarence traslucía que le causaría la sorpresa. pues era raro poder sorprender a la sutil Aimée con un regalo que ella no esperase. Marfil!
Un derrame de cabezas, una empalizada de espaldas, una nube de faldas: vió un rostro rojo que conocía. Muy cerca del pavimento.
Brillaba allí. Unos ojitos hicieron hacia él una corrida y no pudo evitarla. Hola, Biff Daley. 1Justamente el hombre que buscaba. Un hombrecito castañeteó con sus dedos sin guantes. Su rostro titilaba como una luna. Vamos. tomaremos un punch.
Clarence, tieso, quieto, no se movía. Feliz Navidad. le dijo. Desde luego. Pero se lo diré en lugar apropiado.
Clarence puso un ceño cariñoso. La Nochebuena es de tarea para mi; no puedo ir con usted, mi amigo. Venga no más, por una vez.