Amauta 23 convulsivamente los bolsillos de su saco. Vacíos. Volvía a casa vacío. Estaba casi lúcido, tanteando con mano fría los límites definidos de su persona. Soy malo, soy malo. decía. Dios quisiera que estuviese borracho. Pero ni eso. Nada, nada!
Comenzó a caminar. Caminó en círculo por la esquina de la cuadra. Necesitaba moverse. No tenía dónde ir. Circuló. Luego se detuvo y miró el bar de Miguel Connor. Parecía que lo llamase. Lo odiaba. Lo aceptó con una reverencia. Deje que me presente. dijo.
Se quitó el sombrero, saludó muy bajo. Mi nombre es Lipper.
Clarence Lipper. Silencio. Se sintió rebajado, derrotado. Encontró que en ese nivel tenía que vivir. En ese nivel podía aun encontrar lo que siempre necesitaba: satisfacción: Buen trabajo he hecho. Limpio. bajo. mezquino. sucio. declamaba. Una parte de él sintió la lucidez que volvía. Tuvo pánico. Se precipitó al bar.
Cinco minutos más tarde salió. Estaba firme. El sombrero ya no caía sobre los ojos. Había olvidado su bastón. Traía otro humor y casi parecía dispuesto a disfrutarlo. Qué bajeza, qué vileza. murmuró entredientes. Soy el marido de Aimée, y puedo hacer esta bajeza, esta vileza. Qué vergüenza! Que lo sepa. Que vea claro! Que se libre de mí, viendo claro. eso es, un verdadero regalo cristiano. Así lo harél. Ese es mi regalo a la esposa. Que vea claro y sea libre.
Comenzó a caminar. No puedo permitirlo. No, no puedo permitirlo. Por ella. Tomaré su regalo. Sí, Aimée, aunque no lleven mis manos un regalo para tí, tomaré el tuyo. No lo usaré nunca. Nunca fumaré un cigarrillo en esa boquilla de ámbar! La llevaré sobre el corazón. La mirará en mi soledad. Nuestro último cambio de regalos.
Ella me dió esto. Que Dios la bendiga! Yo le dí ojos lúcidos para que viese, y libertad para que me rechazase. Rechazarme, rechazarme. Moriré? Callaré.
Se detuvo. Vió que en su nueva firmeza había caminado en sentido errado.
Volvió a la esquina de su cuadra. la entrada de las escaleras del estaba un anciano.
Los ojos de Clarence lo tocaron y fueron detenidos. Subían y bajaban sobre el hombre. Lo que vieron entró en él, le dió seguridad.
El hombre estaba erguido. Llevaba un sobretodo muy usado y lustroso; un sobretodo más frío que la noche. Tenía una barba larga, recta, gris. Su nariz era paralela a las mejillas surcadas, ojos abatidos bajo una frente resignada como una pradera en invierno. Estaba muy tranquilo, muy derecho. este judío. Tenía manos finas, claras, desnudas en la noche, tendiendo su caja de chewing gums. Clarence se detuvo frente a él.
Clarence y el judío se miraron. Me llamo Lipper. Le deseo feliz Navidad. El vendedor inclinó la cabeza. Levantó los ojos y vió al joven ante ellos.
Clarence se echó a reír levantando el rostro. Sí, sí. prosiguió Rafael Sislavsky. Continuaba riendo. Sí, sí.
Ya verá.