66 Amauta blemente, junto con el control económico, el control político, se dió a la tarea de pretender nivelar el volumen de las intervenciones de los más fuertes, equilibrio que imponía un ascenso de los intereses británicos, medida que, según él, serviría para neutralizar las consecuencias de la desigual hipertrofia de uno de ellos.
Conviene anotar que de 1901 a 1911, México había producido ya 949. 676 metros cúbicos de petróleo, convirtiéndose, por ende, en una de las presas más fecundas para el imperialismo internacional y preciada fuente de implacables competencias.
El gobierno de Díaz, pretendiendo contener la dilatación creciente de los intereses norteamericanos especialmente petroleros otorga una serie de concesiones a firmas inglesas, haciendo que, como Scott Nearing afirma, cuando en 1910 Diaz fué electo Presidente por la octava vez, parecía indudable que los intereses británicos en los campos pétrolíferos mexicanos, obtendrían una ventaja decisiva sobre todos sus rivales.
Para situar el estado de ánimo de Porfirio Diaz frente a las actividades infatigables y encontradas de las potencias imperialistas, conviene asentar que, para los países latinoamericanos, se han producido dos promociones, dos suertes de dictadores: unos, surgidos obedeciendo a causas más o menos locales, más o menos interiores de cada nacionalidad. repercusión prolongada de las luchas post independenciafenómeno que se detiene con el fin de siglo; otros los actuales. aparecidos meridianamente bajo el signo del imperialismo, agentes incondicionales suyos, su obra y su sostén. Aquellos, Porfirio Díaz pertenecía a ellos, a quienes determinados sectores de la aristocracia criolla y feudal encomendaban el trabajo de sus intereses con amplísimos poderes, haciendo que llegaran a consustanciarse en forma tal con el magnífico patrimonio confiado a su paternidad que finalmente devenía este algo así como un feudo particular, suyo y de su clientela, que deberían conservar a toda costa ausentes de extraños mandatos y designios. Los otros los Chamorro, los Machado, los Siles mercaderes de pueblos, auténticos hombres de Wall Street, marionetas de la Banca y de la industria extranjeras, muchas veces opuestos a los intereses de las propias clases dominantes de los pueblos caídos bajo su férula brutal.
Ese signo de psicología política apresuraría, en gran parte, la caída de la era porfirista, con ella la de la feudalidad.
No tiene cabida en este intento de captación del contenido esencial y último de la revolución mexicana, el historial prolijo de las varias y complejas intervenciones del imperialismo financiero en la aventura mexicana. Baste con algunos de sus índices: la revolución jefaturada por Madero, exponente difuso de la clase burguesa mercantil, contó con el apoyo tangible de empresas y gobierno norteamericanos, que prohibieron la venta de armamento en los Estados Unidos para las fuerzas del gobierno porfirista decretado por el Presidente Taft el 14 de mayo de 1912. que proporcionaron fondos a la revoluciónla Standard Oil de las primeras, que reconocieron automática y oficialmente al gobierno de Madero, etc. etc. El imperialismo inglés y los intereses británicos alentaron y financiaron el movimiento de restauración latifundaria y feudal intentada por Victoriano Huerta; comprometido a apuntalar las posiciones de la Dutch Shell. El petróleo americano colocó a Madero como Presidente de México llegó a declarar el London Mail. pero los intereses petroleros británicos sostuvieron a Huerta en el Poder. Según las propias declaraciones de Lord