BourgeoisieEngels

Amauta 65 aspiraciones de dominio de poder; geográficamente, una lucha clara entre los Estados del Norte en vías de industrialización, con una población movible, dinámica, cambiante, abierta, por razones de proximidad y facilidades de comunicación, a las influencias provenientes de los Estados Unidos de Norteamerica; y los Estados del Centro y los del Sur, reductos de la feudalidad, baluartes de la tradición, con una población sedentaria, rutinaria y adherida a la tierra por una servidumbre secular.
Del Norte fueron y son los más destacados líderes de la pequeña burguesía revolucionaria y sus más altos efectuadores desde el PoderMadero, Carranza, Obregón, De la Huerta, Calles, Portes Gil. como del Centro o del Sur han sido los jefes de la desplazada aristocracia terrateniente y feudal Porfirio Diaz y Victoriano Huerta, éste, instrumento del primer intento de restauración del antiguo régimen.
No obstante, siguiendo a Federico Engels, solamente la gran industria es capaz de suscitar los conflictos que imponen una revolución en el sistema de producción, conflictos que no únicamente se manifiestan entre las clases que aquella ha creado, sino también entre las fuerzas productoras y las modalidades del cambio. en México, el proceso incipiente de la industrialización no había arribado aún a un período tal en que, por si propio y por sú exclusiva intervención, estuviera capacitado para determinar la ruptura de las hostilidades entre las fuerzas de producción y los rangos sociales nacidos con su presencia. He aquí una diferencia sustancial entre la revolución burguesa de Francia, verbigracia, y la revolución mexicana. Aquella se produce en un país donde únicamente entran en juego intereses nacionales de clase, y ésta, en uno que devenía semicolonial, hervidero de encontradas influencias exteriores que la precipitaron y acompañaron. La ingerencia medular del imperialismo de las grandes potencias en la revolución mexicana es incontestable y principalísima, no solamente por su rol generador de jerarquías sociales antagónicas que su entroncamiento en la economía de los países aptos para la colonización apareja, sino, ante todo, por la escenificación en estos de sus contradicciones ingénitas y de sus concurrencias, por el traslado de sus mutuos an onismos, hechos universales, y por sus lógicos afanes monopolistas.
Para lograr discernir claramente el activo papel desempeñado por el imperialismo en la gesta y desarrollo de la revolución mexicana, precisa el bosquejo del cuadro de su situación objetiva en las postrimerias de la feudalidad: En 1911, el siguiente era el computo de las inversiones de capitales extranjeros en México: Norteamericanos 058. 000. 000 pesos Ingleses 321. 000. 000 Alemanes 200. 000. 000 Franceses 143. 000. 000 Otros 188. 000. 000 99 99 Como es fácil constatar, siendo preponderantes las inversiones de capitales norteamericanos e ingleses, los primeros conservaban una apreciable primacía. Conocedor el gobierno porfirista que el desarrollo unilateral de una sola de estas fuerzas habría de culminar en la hegemonía absoluta de quien la consiguiera y al cual se entregaría irrehui