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retratos y a sus manos rodinianas les falta el avasallante dinamismo que impone Rodin a su obra, llena de sangre y de savia; hecha de miembros humanos palpitantes de ansia de vivir. Cuando Antonio Bourdelle quiere acercarse al gran dinámico se siente en su obra un carácter ficticio.
Las venas, los tendones de sus grandes manos rodinianas son postizas.
Les falta la fuerza que tienen las del Pensador: manos jorobadas de nudos en las que juegan las cabezas de los huesos bajo la piel tensa y ruda, y también manos blandas de caricias, las manos del beso eterno de la primavera. Las manos del gran lírico de la desesperación no pueden ser imitadas, y el pensamiento razonado de Bourdelle no alcanza a crear el alma de la carne. Son dos orientaciones antagónicas las de estos grandes escultores. La obra de Bourdelle está circunscrita a un tiempo fijo y la obra de Rodin es y será de todos los tiempos. Porque la obra de Bourdelle fué un sentimiento retardado, remozado por un afán intelectual. Carece de un color definitivo y perdurable, porque su obra es la de un primitivo carente de emoción. porque trató de hacernos recordar las horas solemnes de los mitos y de los símbolos, en estos tiempos de vértigo de aviones, de vida desenfrenada de autos, de convulsiones sociales, en que las almas atávicas se recrean de un momento a otro y marchan por distintos caminos, y en el que los momentos se persiguen sin responderse en el drama de una novedad constante.
Carmen SACO Octubre 1929.