48 Amauta cho de levantarse, que su causa era santa, pues luchaban por la justicia.
Rememoraba los verdaderos movimientos indígenas que ha habido en el Perú, el de Manco Inca, de Tupac Amaru, de Pumacahua, y de Juan Santos Atahualpa, entre los principales. De las muchas sublevaciones indígenas que han estallado en los últimos tiempos, en Huancané, Chucuito, Huanta, Cuzco, y Ayacucho, y que fueron acalladas por los fusiles de los neogodos.
Terminaba su discurso diciendo que él estaba tocado con el fuego divino de la Revolución Social. Que daría su sangre para aplacar la sed de los que sufren, que daría su corazón a los que tienen hambre de justicia. que su númen. lo pondría en servicio del levantamiento de Atusparia, publicando un periódico, El Sol de los Incas. Los demás blancos, al oir tales palabras de Montestruque, creyeron que había perdido el juicio, y entre sí lo compadecieron. De pobre de espíritu lo calificaron después. Mosquera, por no quedarse atrás se levantó con una botella en la mano y con bronca y retumbante voz, se expresó en los mismos términos que Montestruque. Sólo agregó, que Atusparia le diese un puesto, para servir mejor a la Sublevación.
Atusparia, encantado con los discursos, contestó a los oradores que quería prestigiar la sublevación, dándoles puestos. Montestruque nombró Secretario General y a Mosquera Prefecto de Huarás El nuevo prefecto dió las gracias y dijo que el primer acto de su gobierno, sería fusilar al doctor Figueroa de Yungay por usurparle el título, pues los blancos del Callejón lo habían aclamado prefecto en lugar de Noriega que había huído, y además fusilar a varios gamonales. enemigos personales suyos)
Mosquera y Anacleto.
Atusparia debiendo salir en campaña contra los blancos del Callejón, que con Figueroa a la cabeza, formaban guardias urbanas para repeler a los indios sublevados, dejó a Huarás bajo la autoridad del prefecto Mosquera. Mosquera reunió a sus amigotes mestizos, y les hizo ver claro la situación: la de insuflarse dentro de la Insurrección india, para aprovecharla a favor del general Cáceres, que se levantaba contra el Gobierno de Iglesias, que una vez triunfante Cáceres, traicionarían a los indios.
Algunos caciques descontentos con el nombramiento de Mosquera prepararon una manifestación hostil. Un grupo de hombres y mujeres completamente embriagados, recorrían las calles dando mueras al Prefecto, y oradores indios hablaban disparates en cada esquina. Uno de los más exaltados decía no se debía matar a los blancos, sino castrarlos, para aprovechar los indios de las Ketusiqui. como llamaban a las mujeres blancas; que su único sueño era dormir como sobre almohadones, sobre diez perfumadas nalgas de doncellas.
Las indias al oír tales palabras, se avalanzaron sobre el lascivo orador, y no le dejaron hueso sano, protestando de que ellas se encargarían de matar a todas las blancas.
En esto apareció por allí un vago, llamado el Loco Anacleto borrachín, guitarrero y poeta. Este había compuesto varios huaynitos referentes a la toma de Huarás, y en los que se hacía aparecer héroe, dando muerte a un soldado.
Aunque mestizo, era muy querido entre la indiada. Los amotinados al verlo, lo alzaron en hombros, aclamándolo Prefecto de Huarás en lugar de Mosquera. Mas el loco Anacleto, bueno era para ha