Amauta 45 MATE te en la puerta. Al ver tanta bravura, Atusparia gritóle: Respondo por tu vida si te rindes. el zambo riendo ferozmente le escupió la interjección de Cambrone.
Un certero pistoletazo tumbó al verdugo. La chusma lo despedazó.
Sus órganos viriles fueron dados a los perros. Muchos bebían su sangre para acrecentar valor. La cabeza fué cortada y puesta en una pica, y las manos clavadas en las paredes de la iglesia.
Adentro los heridos fueron ultimados a palos. Era el repase aprendido en la guerra con Chile. Sólo el Sargento Diablo. herido en la calle del Comercio, como un energúmeno, las barbas como candeladas y los ojos echando chispas, tomando el rifle se enfrentó a la indiada.
Ante tan espantable figura guerrera, los indios se desconcertaron.
Bailón de un macanazo le hundió el cráneo. Aún así, en los últimos estertores, dió de puñadas a los más próximos. Varias bocas, bebieron la sangre, manada en abundancia de las heridas. Querían beberse el alma de un valiente.
Entre los soldados que con Collazos huyeron, se encontraba el oficial de la Boix. Por sus malditos nervios no pudo escalar la pared.
Los indios lo cogieron. Se les arrodilló llorando: que tenía mujer y varios hijitos en Lima, que lo perdonaran.
Los indios se burlaban de él: Tan bien plantado, buen mozo. y llorando como una mujer. Nadie te beberá la sangre. Tu carne se la daremos a las gallinas.
Quitáronle su elegante uniforme. Semidesnudo el oficial arodillado, se encomendó a Dios. Veinte macanazos lo convirtieron en sanguinolenta papilla.
La sublevación había triunfado. En hombros fué conducido Atusparia a la Prefectura, dónde se le hizo sentar en la silla gubernamental, entre exclamaciones de triunfo, repique de campanas y descargas de fusilería.