44 Amauta La Ciudad sitiada.
En la noche, un círculo de fogatas, anunciaba a Huarás, que se hallaba cercada de campamentos indios.
Los sitiadores no permitían la entrada de víveres al mercado.
Tomaron las puertas de la ciudad cerrando los caminos de Casma y el Callejón, y se atrincheraron en San Francisco y la Soledad, barrios altos de la ciudad.
Los días dos y tres de marzo, los soldados al mando del Gobernador Collazos, que se había hecho por sí, jefe del ejército, intentaron recuperar los barrios tomados.
Los indios resistieron, pues no sólo se batían con hondas, sino que tenían cien fusiles y atacaban con bombas de mano, de las sustraídas al Ejército chileno.
Los soldados derrotados, se atrincheraron en la plaza principal, en espera de los acontecimientos.
Estas victorias dieron por resultado, que se plegasen al movimiento indígena, las estancias de Huamarín, Toclla, Paria, Marca, Antipayan y Picup. El miércoles cuatro de marzo, Atusparia revisó sus tropas, calculó unos ocho mil hombres, de ellos trescientos con fusiles y los demás con lanzas, machetes y hondas. Arengó a su gente a dar el combate definitivó, a tomar Huarás a todo trance, y obligar al Prefecto a las buenas o a las malas a aceptar lo pedido en el memorial. Además había que fusilar al Gobernador Collazos y al zambo Vergara, por el insulto hecho a los alcaldes.
Esa madrugada, de capitán a paje, bebían aguardiante con pólvora, para crear más ferocidad. algunos se pintaron la cara con sangre, para con sus gestos horrorosos, infundir pavura al enemigo.
Toma de Huarás. las seis de la mañana, el círculo de los sublevados se iba estrechando sobre la plaza de armas. En todas las calles se luchaba. En la del Comercio. hirieron a un terrible sargento gringo, que parecía el diablo por lo colorado y alto. La tropa retrocedía. Algunos oficiales se rindieron: no les dieron cuartel: Soldado que caía era hombre muerto. Una avalancha de furiosas mujeres, saltaban como gatas hambrientas, sobre los ojos de los caídos, mordiscos les arrancaban la nariz y las orejas.
El Coronel Vidaurre, al ver el salvaje empuje de los sublevados, se amedrentó, y con un pelotón de treinta de a caballo, abandonó Huarás, huyendo por el camino de Recuay que los indios habían descuidado defender.
De los doscientos hombres, apenas quedaban cincuenta. Con ellos, el Gobernador Collazos y el zambo Vergara, defendían el Cuartel, donde se encontraban los heridos.
Viendo inútil toda resistencia, el Gobernador Collazos, pensó darse a la fuga escalando una pared, que daba a unos potreros. Todos los soldados le siguieron. Mas había que defender la puerta mientras fugaban. en suerte le tocó al zambo Vergara.
Como blandía la verga, así blandía el machete el muy bandido.
Por algunos minutos contuvo a la indiada que se arremolinaba sangran