42 Amauta provocaron la risa del Prefecto, pues cuando Sáenz le dijo: Jura Atusparia decir la verdad el indio contestó: Ni por la del Cura taita!
Vergara y Collazos, contaron la estratagema empleada: se le había emborrachado, y con cariños y halagos, había confesado que no fué el Dr. Sáenz y Cámara, sino el Dr. Gonzales.
No lo pudieron encontrar, pues avisado a tiempo por Atusparia, había huído.
Las trenzas de los Alcaldes.
Sabedores los alcaldes, de la prisión y tortura de Atusparia, se presentaron catorce de ellos, encabezados por Pedro Pascual Guillén, Alcalde del Barrio de la Independencia, a pedir la libertad del colega y protestar por los abusos cometidos.
En mala hora llegaron, Airado como estaba el Prefecto con la fuga del Dr. Gonzales, ordenó a Collazos, que se encargase de los catorce imbéciles esto es, que les diera una sófera paliza. al verles las hermosas trenzas, que como un distintivo de nobleza usaban los caciques, desde el tiempo de los emperadores Yunkas, ordenó burlón, que se les cortara las trenzas, y se tejiese una cincha, para su montura de campaña. El oficial de la Boix se aventuró a decir: que las trenzas de los alcaldes representaban entre los indios, lo que los escudos heráldicos entre los españo y que un insulto así, traería la sublevación de la indiada. Que se subleven para ametrallarlos respondió el PrefectoY Ud. teniente de la Boix. ya no me acompañará a Aija. Se quedará aquí en Huarás, para ver con sus propios ojos, como es una sublevación indígena.
El Prefecto montó a caballo. Un Antunez, de Aija, que había sido traído preso, volvía a su tierra, acompañado del Prefecto, pues le había ofrecido hacerlo depositario de diez mil soles y Noriega no desperdiciaba ocasión de hacer dinero.
Las calles de Huarás estaban llenas de indios, que miraban pasar hostilmente a la comitiva. El Prefecto dió las últimas instrucciones a Collazos: Que después de castigar a los Alcaldes, les diera libertad; que siguiesen las obras emprendidas y se empezara a cobrar el tributo personal.
El Prefecto dejaba en Huarás 70 soldados de caballería, 120 hombres de la Guardia Civil, y 100 del Batallón de Artesanos, al mando del valiente coronel Vidaurre.
La Sublevación.
Cuando vieron las masas de indios, salir de la cárcel a sus venerados jefes trasquilados, la indignación explosionó de venganza y muerte.
Toda la nobleza india, se cortaba las trenzas, en señal de duelo, para estar igualmente deshonrada que los catorce caciques. mostrando a los soldados sus negras cabelleras les gritaban, que las teñirían con sangre, para que sirviesen de rojos penachos en las fiestas.
Al ver el gobernador que no tenía cuando terminar las lamentaciones, hizo formar a la caballería y arremetiendo contra las turbas, las hizo despejar.
Los indios, indefensos se retiraron a Pumacayan, castillo incaico, que domina Huarás.