Amauta 35 número de hombres que rascan en las necedades de la raza humana con del berado esfuerzo por trazar un patrón por el cual pagará el público.
Chaplin también es una criatura del teatro, y no hay teatro sin una taquilla en frente. Pero en el estudio de Chaplin existe con más realidad que en ningún hombre un hombre del pueblo, un cokney, un gitano, un amigo del music hall, mira a los ojos del mundo, como en un espejo, para mirarse a sí mismo más objetiva y exactamente. Así sucede que, yendo al público de Chaplin, regresamos al hombre. Por medio de esta reflexión podemos ver, al fin, con claridad, como maneja su escapatoria y qué es lo que bajo el disfraz de piernas chistosas. prosigue su jornada inmortal al corazón del mundo.
Chaplin mira al mundo de hoy. Ve el fracaso: pobreza, agonía, enfermedad, caos, temor, pasión lastimosa, amor lastimoso. Ve el éxito: engaño, relumbrón, oropel, jactancia, desilución. Ve su propio pasado en Londres: su madre con el amarillento uniforme del asilo de pobres. Ve su propio presente victorioso. Ve y siente demasiado. Tiene miedo de perderse en este mundo. Hay en él una médula que no es ni este éxito ni aquel fracaso; un corazón en el hombre que podría danzar su propia vida con solo que pudiera permanecer aislado. Por esto es por lo que debe huír, por lo que debe mirar a todo el mundo invasor como a un enemigo y odiarlo. Chaplin es un hombre rigido y principesco: su frente es fuerte lo mismo que su mandíbula y su boca; pero el modelado alrededor de sus sienes es femenilmente tierno y el más profundo espíritu en sus ojos es de un terror en retirada. Tiene miedo por esa semilla que hay en él de gracia y hermosura y de danza juvenil. Luchará para protegerla; empleará toda su destreza, todo su rigor.
Considerad ahora el público de Chaplin que es el mundo moderno. En cada pecho alientan la gracia, la hermosura, y los sueños anhelantes. Pero en el hombre común, ese tesoro personal de cada corazón no puede conservarse intacto. La familia, los negocios, la ley, y la guerra lo invaden.
Toda la civilización se convierte en un enemigo que pisotea este corazón secreto, dispersando sus ensueños, lastimando y quebrantando su amor.
Chaplin que se ha esforzado por conservarlo íntegramente para si mismo, se ha batido también por el mundo. Aquí, en sus films, la gracia y la belleza del átomo humano son visibles una vez más. Detrás de la máscara del hombre detrás del bastón bamboleante, de los lentos piés doloridos, del saco apretado, del sombrero Derby venido a menos alienta el común encanto del hombre. Alienta y viaja a través de un odiado mundo moderno, como debe hacerlo disociado de las formas sociales, raído, despreciado, lastimoso, pobre y sin embargo, milagrosamente intacto y milagrosamente triunfante.
Rousseau. supongo perfeccionó esta trágicomedia del mundo moderno, con su doble conflicto entre la belleza y la civilización, entre el amor y la vida habitual del hombre. Maravillosamente dotado dió al mundo los principios para que el impulso trepara de nuevo por una mítica niñez; para elevar el yo a costa de las formas opresivas que lo circundan. Como podría decir Mr. Lardner: Juan Jacobo inició algo. Charles Chaplin lo terminó. Aún el corte de su cómico jaquet recuerda el siglo romántico, la edad de Alfredo de Musset. El culto de la hermosura en guerra con las sobriedades de la vida no pudo engendrar arte más grande que este viaje de Chaplin conduciendo