Amauta 33 Entretanto su estudio lo espera a varias millas de distancia. Es un predio agradable de varios acres. de extensión. Aquí vive Kono el natable factótum japonés que administra el viaje personal de Chaplin a través de la vida y sirve como una especie de racional aceite contra las inevitables fricciones de los encuentros inevitables con extraños y amigos. Aquí espera su estado mayor: Alf Reeves (que ha estado con él desde los días del music hall) Harry Crocker, Carl Robinson, Henry Bergman, Harry Clive, Art Totheroh, posiblemente el director Harry Arrast, que trabajó una vez con él en el lugar en que se encuentra actualmente Grocker y que sigue siendo camarada de Chaplin. Todas estas personas son distinguidamente afables, sensitivas e inteligentes y están apartadas del craso mundo de Hollywood. Este mundo está lleno de trabajadores que siguen adelante después que han dejado a Chaplin y ostentan el sello que él les imprimió. Menjou es un célebre ejemplo. Todo el personal siente la tensión de su jefe. El esfuerzo es en verdad tan grande que hay hombres en la industria que no podrían resistirlo. Por fin, posiblemente, al rededor del medio día, llega Chaplin. Ha llegado el instante en que está listo. Se vistió de prisa y entró al Limousine que esperó toda la mañana a la puerta con el motor palpitante. No trae sombrero ni corbata y su chaleco está abierto; pero la ropa es el más acabado producto del sastre londinense. Durante el trabajo la lleva como un gitano. Aún en este detalle aparece el encuentro de los Chaplines opuestos. El gitano y el exquisitamente arreglado señorito se diluyen uno en otro dejando, como siempre, solo a Chaplin.
Se reune con su gente en el pequeño bungalo del predio, donde se sirve el almuerzo y están los camerinos. Los momentos posibles del film son desarrollados, alterados, descartados, reajustados. Chaplin pasea, el rostro endurecido, la boca semi abierta, los ojos puestos en sí mismo. Se estudian detalles infinitesimales, se les ensaya y discute: interpolaciones, posturas, significados, propiedades, combinaciones.
Caminando de un lado para otro, el hombrecito mantiene en la cabeza el ritmo inexorable del film, la lógica interna de su crecimiento. Mientras las ideas vuelan en palabras y en mímica, Chaplin las somete a la medida de sí mismo: rechaza o acepta.
Pueden transcurrir meses en esto. Nada parece marchar. El cuerpo de operarios acampa y se impacienta. Chaplin pasa con su preocupación por su vida habitual: fiestas, comidas, paseos alrededor de la ciudad, rápidas escapadas con sus amigos, largas horas en soledad. Por fin ciertas escenas parecen seguras, después de haber resistido a la pausa crítica. Carpinteros y escultores se ocupan. Surgen decorados en el predio. Chaplin vaga alrededor, entre el martilleo, sólo o con su grupo: juzga, calla, se exaspera repentinamente, se pierde en un nuevo ángulo de visión, dá órdenes terminantes para destruír el trabajo de varias semanas. Una escena que cuesta un largo viaje para encontrar el sitio en que debe tomarse (y 50. 000) será despiadadamente raspada.
Luego una escena se repetirá literalmente cien veces hasta que esté bien.
Cuando cada uno de estos detalles llega a tener claridad a los ojos de Chaplin, solo entonces podrá reproducirse para la cámara. Finalmente mil pies de fotografía serán reducidos a una yarda tan grávida de la esencia del acontecimiento que irá intacta, como el hombre mismo, a través de todo el mundo!
Esta perfecta conciencia de Chaplin como artífice sería menos vi