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A AUT 26 LIMA SETIEMBRE OCTUBRE 1929 DE ACTION FRANCAISE AL MARXISMO, por Jean Guyon Cesbron.
ENGO horror por las gentes que queman gallardamente aquello que han adorado. Comprendo, porque la experimento intensamente, la alegría de quienes se sienten emancipados de los errores que los embarazaban y que han descubierto (una doctrina que los liberta y les dá razones de vivir; pero no es de mi gusto el tono irónico y agresivo absolutamente inútil, además que imprimen a veces a sus frases sobre las ideas que han abandonado y los hombres que han sido sus compañeros y de quienes se han separado. si yo acepto sin vacilación aportar en los debates intelectuales y políticos un rigor que no es sino honradez, si estoy pronto a entrar en la lucha social sin consentir en la menor contemporización ni en el más pequeño compromiso, no querría que en el corto resumen de mi evolución, que estimo necesario hacer en espera de la ocasión de publicar más amplios recuerdos en el momento en que voy a colaborar en Monde. se pueda ver nada de desconsiderado respecto de hombres de quienes me he separado, pero que han sido mis amigos y de los cuales algunos lo siguen siendo en el dominio de la vida privada.
Dicho esto voy a tratar de indicar cómo he venido del catolicismo tomista y del realismo maurrassiano al comunismo integral.
Trotzky cuenta, en su libro sobre Lenin que al protestar. no haber sido nunca tolstoyano, Vladimiro llütch le dijo que esto en todo caso no habría tenido ninguna importancia; que las gentes no nacen marxistas. Esta frase me regocija, pues es difícil nacer menos marxista que yo. Mi familia es una familia muy francesa y muy burguesa de médicos, de notarios y de abogados. El catolicismo es practicado en ella de la manera más escrupulosa y mi abuelo materno, que me educó, era un lector de Action Francaise. Se puede adivinar la educación que he recibido. He sufrido al principio muy fuertemente su huella y es muy probable que no se hubiera borrado jamás y que yo no hubiera nunca pensado discutir los principios que se me había inculcado si la enfermedad no hubiera venido a desarrollar en mi una vida interior muy activa y no me hubiera proporcionado vagares imprevistos. la edad de quince años, hace doce, enfermé de una poliomiditis que me ha privado para siempre del uso de mis piernas. Buscando un sentido a mi sufrimiento y un sostén para soportarlo, era natural que me volviera hacia la fé de los míos. Conocí entonces a un cura belga muy cultivado, acerca del cual me expreso en memorias titula