Anarchism

2 Amauta das De Berck a Montparnase que estoy escribiendo, en la forma siguiente: Nos prestábamos libros y agitábamos en nuestra conversación altos problemas teológicos y científicos. él le debo mi iniciación en una vida intelectual más elevada y más seria de lo que era la mía y por esto le estoy reconocido. si, al principio, la coherencia y la amplitud de sus doctrinas, que nada me había preparado a combatir, reforzó en mí el catolicismo hasta entonces bastante superficial o, en todo caso, cualesquiera que hayan sido a veces mis veleidades de rebelión, principalmente hereditario, creo que las discusiones provocadas por mi magro y heteróclito arsenal anticristiano no han dejado de afinar mi sentido crítico, todavía insuficiente, y de desarrollar mi agilidad especulativa, demasiado desprovista, en esa época, de puntos de apoyo.
Un poco más tarde, conocí a un benedictino, Dom Besse, muerto después, que había sido el amigo de Huysmans. Había él realzado, con Robert Valéry Radot Univers de Veuillot y era uno de los directores espirituales de los católicos de Action Francaise. En mis recuerdos citados, anoto que era extremamente interesante, por la potencia de su personalidad, por su combatividad y por su erudición que, en ciertos dominios, era monumental. agrego: Me indicó numerosas lecturas filosóficas, ascéticas. litúrgicas, místicas e históricas y le debo mucho, no solamente a causa de sus consejos, sino también a causa de la atmósfera muy particular que aportaba consigo para la comprensión de ciertos fenómenos de la vida interior, de la familiaridad con los arcanos de la vida religiosa y del estudio de ciertos períodos de la historia, principalmente la Edad Media y las luchas intelectuales del siglo XIX y del comienzo del siglo XX. Se entiende que, bajo su influencia, me torné ultramontano, antidemocrático y anticientista. Como con el cura belga de quien he hablado, yo estaba cautivado por la cohesión de sus ideas, que mi herencia y mi educación me preparaban a recibir y a juzgar las únicas viables. se me mostraba al lado de ellas una anarquía intelectual tan perniciosa, tentativas a tal punto quiméricas y al parecer tan contrarias a la naturaleza, a la verdad no solo religiosa y metafísica sino humana y social, que yo me sentía forzado a creer que fuera de la Iglesia no hay verdaderamente salud. No habiendo podido todavía aprender en las fuentes, aceptaba con confianza la imagen tendenciosa que me era suministrada de hom.
bres y de doctrinas que he aprendido después a conocer y a amar, y sufría los errores de óptica anexos a un estrechamiento, voluntario o no, del horizonte, y que reflejan las tentativas que se hacen para fijar un estado de civilización superado, en el que sus beneficiarios quieren ver, sea o no de buena fé, la sola forma de civilización posible. En los conceptos de Dom Besse, habría podido observar las mismas antitésis fáciles e inexactas, la misma esquematización a veces incompleta y ultrancista que en un libro que me lo recuerda de una manera asombrosa, la Defensa del Occidente de Henri Massis, tan bien refutada. directamente o nó, por Waldo Frank, René Guillouin y otros.
Yo recorría cada día Action Francaise. que me pasaba mi abuelo, con la simpatía natural y el asentimiento fácil a que todo me había dispuesto. Dom Besse aumentó mi admiración por Charles Maurras y sus colaboradores. Ante el desorden de la época, ante el espectáculo de escándalos e impotencia que nos dá el régimen ¿cómo no dejarme seducir por un sistema político cuya arquitectura y articu