BourgeoisieSocialism

66 Amauta era después de algunos meses, que a un pobre indígena se le había quitado la vida y con la misma cadena con que se encontraba se le había sepultado en una huaca en donde existen señales que no dejan lugar a duda; en Cayaltí ha sido consabido el flagelamiento y tormento, y la costumbre de tener a los peones de toda raza encadenados. Se ha visto que a Carmen Zeña, por mandato de don Arturo Nicolás Balarezo, se le ha flagelado aplicándole cincuenta azotes, que lo dejó semi muerto (Dora Mayer, ob. cit. No obstante este estado de envilecimiento a que se reduce al obrero indígena, la raza posee brillantes cualidades que un estado nuevo, basado en los principios del socialismo, ha de saber aprovechar.
Los mismos escritores pequeño burgueses, uncidos a la brida del gran capital, lo reconocen: El obrero indio, que es reconocido como excelente pastor y agricultor incansable se ha demostrado que posee aptitudes especiales para la manufacturación a máquina. En las fábricas del departamento de Puno muchas de ellas de hilados y tejidos, con telares complicados de última hora todo el personal es indígena. se ha comprobado por una experiencia ya larga, que un niño o una niña india de 12 años, maneja perfectamente dos o más telares. Era eso, sin embargo, de esperar. Hemos notado más arriba que la raza indigena de la Sierra, en su doble ramificación aimará y quechua, concentrada, meditativa, poco dada a la dispersión, con la atención fija en una cosa. El haz lo que haces de los viejos latinos, es en esas tribus una cualidad nativa. ello se presta magníficamente al manejo de la maquinaria, que requiere caracteres dados a la atención y a la observación continua. Con esa cualidad natural se aunan las pocas pretensiones del indígena. Come magníficamente con su maíz y su quinua.
Viste modesta, pero bien confortadamente con su poncho de pura lana y sus prendas usuales. Abarcan sus necesidades escasos horizontes. Los jornales remunerativos para ellos, son muy soportables para el industrial, y, desde luego, muy inferiores a los del obrero europeo y norteamericano, aunque con ellos abastezcan mejor éstos que aquellos con las gruesas que tocan (PERU, ob. cit. Aquí tenemos otra vez a la pequeña burguesía cantando la felicidad bucólica del indio. Es lógico que a estos propagandistas les parezca magnífica la sobria comida de maíz podrido y quinua agusanada de que se alimenta el indígena, que esté bien abrigado con sus pobres vestidos, que los jornales concuerdan con sus mínimas necesidades, que sea la milagrosa naturaleza la que le devuelve el vigor y la salud arrebatada por el terrateniente, ya que su salario no puede crear este milagro, este curioso metabolismo. Precisamente según acabamos de ver, el indio de la hacienda y de la mina ha sido obligado a prescindir de todo en provecho de sus explotadores. No son los jornales los que concuerdan con sus necesidades. Es que el indio sojuzgado ha tenido que reducirlas a las posibilidades del salario, para extender, como se dice, los pies más allá de la manta.
no (Continuará en el próximo número.