60 Amauta protestas y levantamientos sofocados cruelmente por la fuerza pública. Los gamonales de cepa antigua, de Puno, Huánuco, Cajamarca, etc. tienen en sus haciendas para mi gente cárceles privadas, instrumentos de tortura, y todo lo necesario para una justicia particular y eficaz.
La razón dice que las peonadas que en muchos lugares ascienden a miles, y en otros a cientos de individuos, requieren una enérgica disciplina para mantenerlas en orden. Por supuesto se podría objetar, sin embargo, que un hombre tendría que ser dotado de grandes cualidades de virtud y ecuanimidad para no emplear mal su prerrogativa de administrar sentencia exclusivamente por sí, y ante sí, sin control de ningún género, en el retiro de dominios inaccesibles a la vista pública. Ob. cit. La condición de servidumbre en el trabajo agrícola se agrava en la sierra. Así, en las regiones del Sur, en los valles de Arequipa y Puno, la situación de las masas en las haciendas es de la más abyecta esclavitud. El agricultor del Sur es en su totalidad indígena. Para él no existe jornada de trabajo ni leyes sociales de ningún género. Trabaja incansablemente desde el amanecer hasta cae la noche. Se alimenta so briamente de papa helada y coca. El gamonalismo, los rentistas de la tierra, extraen de él, en su provecho, hasta la última fuerza de trabajo.
El calificativo de gamonal viene del gamonito. planta parásita, conocida también con el nombre de chupón que se desarrolla en las raíces de los árboles, principalmente en los viñedos, creciendo a costa de la savia de los mismos, con perjuicio de sus frutos. La lengua popular ha sabido identificar con esta planta parásita a los terratenientes, contratistas y administradores que prosperan merced al trabajo impago de los indios.
La comunidad indígena está en continua querella con los latifun.
distas, los cuales día a día acaparan para sí las tierras y el ganado de los indios. La comunidad indígena va siendo absorbida por el régimen feudal de la tierra. No se produce un proceso capitalista de concen tración, como sería de desear. Pedro Zulen, en una carta circular, pone de manifiesto la forma como se despoja al indio agricultor y pastor. El indio se dedica a la crianza del ganado ovejuno, animado del na tural deseo de llevar lana a un próximo centro de comercio, donde se la pagaría la mercadería con equidad. relativa, suficiente siguiera para procurarle una modesta prosperidad. Pero, desgraciadamente, las casas comerciales de nuestras ciudades o los grandes terratenientes de nuestras serranías, que negocian este producto, no esperan la llegada del indígena a sus puertas, sino que envían agentes a las provincias, que se ponen de acuerdo con los gobernadores, alcaldes, y demás autoridades de los pueblos, a fin de apoderarse a viva fuerza, con artimañas y por vil precio, del codiciado tesoro que a otro le ha costado su sudor y su paciencia; esto sin mencionar a los alcanzadores que mediante un bandolerismo más abierto, asaltan las acémilas cargadas de mercancías, que el aborígen conduce al lugar de su destino, dejando a su dueño a mitad del camino llorando por sus frustradas esperanzas. Ob. cit. Nosotros podemos agregar que tales abusos no han cambiado, no obstante los años transcurridos desde que Zulen escribió estas líneas.
En El Tiempo. del de junio de 1929, encontramos una trascripción de El Perú de Cajamarca, que narra las habituales costumbres de maltrato empleadas contra el campesino indígena. Se han presentado los indios Antonio Castrejón, Cruz Castrejón, Juana Carrasco y otros, vecinos del pueblo Quishuar Corral; en la ha