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50 Amauta actividad psíquica, falencia de fuerza biológica. En la vida social, cuando la evolución está detenida por fuerzas coercitivas que afectan al dinamismo de su psíquis o a su potencia biológica, aparece un fenómeno perfectamente explicable: la Revolución que no es sino un salto por encima de la valla opresiva. Este salto, muchas veces, es el que inaugura la etapa ascendente de un pueblo que no haya perdido la potencia germinativa de su espíritu. Qué posibilidades culturales son las que tenemos en progreso. Cuál es la categoría de nuestro sino. Cuál el esquema espiritual de nuestras aspiraciones colectivas? Ningún índice nos ha señalado el derrotero que lleva al porvenir. Nadie ha fecundado ese plasma amorfo para que germine e irrumpa por un camino de progreso. Nuestras posibilidades de cultura, nuestras potencialidades biológicas se mantienen hasta ahora en el vientre de una madre desconocida a la cual no ha llegado todavía el germen fecundador.
Existimos como un simple agregado de elementos en anarquía. No tenemos ni cohesión étnica, ni cultural ni de tradiciones. Nuestro pasado incaico es un tejido de leyendas sin arraigo en los propios indios.
No existimos en lucha, que sería una forma de progreso, sino en contradicción. Ni siquiera nos cohesiona una verdadera religión nuestra. Nacidos a la via independiente bajo los auspicios del capitalismo burgués, sin ninguna transformación radical, seguimos existiendo en todo a la sombra de injertos de civilización que si bien sirven para oprimir, no sirven para levantar la arquitectura espiritual de un pueblo.
El trabajo. Ese trabajo tan preconizado y a la vez tan envilecido: ese trabajo cuya apología se encargan de hacer los parásitos, no es, precisamente, síntoma de progreso. No todo trabajo salva. El trabajo para salvar no debe perder esencialmente su característica espiritual.
El trabajo capitalizado, taylorizado, a la manera de los Estados Unidos; roba la energía espiritual del pueblo, esa energía sagrada que debe trasmitirse a las generaciones sucesivas, rectificada y depurada, como un tesoro de la especie. El trabajo para tener fecundidad salvadora ha de dar alegría y no miseria, ha de vigorizar y no debilitar para no mermar las economías éticas y espirituales del hombre.
III Nuestras ciudades no presentan el vestigio de haberse estructurado sobre un esquema ideal de cultura, anterior y por encima de toda preocupación económica. Exceptuada la ciudad del Cuzco, todas tienen el aspecto de un aglutinamiento de materiales de aluvión. Lima, por ejemplo, es una yuxtaposición de elementos con cierta característica de fugacidad, de algo transitorio, que es la fisonomía sui géneris de las poblaciones coloniales. Junto con la fisonomía de cada ciudad se percibe su voz. El aliento expresivo de su alma, su inquietud, su ansiedad. Waldo Frank dice que hay ciudades que hablan, que chillan y que rugen Lima, la única ciudad con voz, tiene simplemente un murmurar de intrigas dentro de un ambiente sensual y frívolo de convento o de harén. Las demás ciudades del Perú tienen la taciturnidad del caos. Son ciudades que se han levantado en una tierra hostil o sin ninguna preformación espiritual que les dé un contenido. Tienen el aspecto de un trasplante pobre. Las ciudades modernas de Europa se fueron arquitecturando desde la Edad Media con un sentido de independencia de la economía feudal. Llegaron a constituír, como en Italia,