CapitalismImperialism

Amauta 49 un to medieval brotan nacionalidades diversas. El idioma que les sirve de vínculo se descompone en diferentes dialectos vernáculos. El latín muere después de prodigar sus gérmenes idiomáticos en todas las lenguas del occidente europeo. Su aspecto político y económico cambia radicalmente. Surgen las competencias y rivalidades colonizadoras.
Una verdadera descomposición. De esta descomposición nacimos nosotros como país, así como todos los otros países de América. La cultura indígena, autóctona, desapareció con todos sus símbolos arquitecturales al empuje de esa corriente desatada de energías que fluía sobre el Atlántico, siguiendo las huellas de Colón. La ruptura de sus resortes anímicos trajo como consecuencia la quiebra étnica del indígena, la merma biológica de su progreso. Así desapareció para siempre la posibilidad de un perfeccionamiento cultural. El indio perdió la orientación de su sino y llegó a ser el esclavo de un injerto cultural de florecimiento imposible y de una técnica capitalista iniciada en Europa a la ruptura del conjunto cultural de la Edad Media.
Observemos bien que no constituímos un pueblo en el sentido étnico de la palabra, ni formamos una nación en el sentido tradicional del vocablo. Somos un agregado de elementos heterogéneos, unidos a raíz de las guerras de la independencia, por un injerto de capitalismo liberal y de enciclopedismo francés. La época presente, época de monopolios, nos ha sorprendido en este estado de estacionarismo pre cultural. Epoca de monopolios en Economía y de reacción imperialista en Política. El progreso de esta época es el de los grandes acaparamientos y sindicatos capitalistas, y repercute en la vida social con suscitamiento de inquietud, de angustia, donde la inhibición no es sino un gesto de sometimiento, de quiebra.
La técnica ha superado a la ciencia. El auge del capitalismo ha desarrollado esta técnica estridente y deslumbrante. Vías de comunicación, rapidez, sincronismo, precisión, todo lo que pide el metabolismo de la circulación comercial. No es, pues, el progreso particular de un pueblo en su sentido cultural y étnico. Es el ritmo general del mundo, la pulsación de una época esencialmente económica.
No tomemos, pues, la aparatosidad exógena de la técnica comercial ni el parénquima social de la máquina por un síntoma de progreso realmente humano. El desarrollo técnico e instrumental, por otra parte, es propio y común a toda etapa social. No hay que substituír los valores endógenos de la vida por los simples medios supeditados, en todo tiempo, a su realización.
El progreso, dijimos al principio, es una salida adelante, desde un claustro matricial donde recibió su germen fecundante. Desde luego, hay que suponer ya la existencia de un plasma, de un óvulo en aptitud de fecundación. Ahora. de qué calidad, de qué categoría de posibilidades ha estado provisto ese óvulo? Un movimiento progresivo, una evolución étnica no son cosas que se inventan y se improvisan, como puede hacerse con una novela o una fiesta social. Son realidades que germinan, nacen y siguen un proceso vinculado a la biología característica de cada pueblo, y, cada pueblo tiene raíces para nutrirse y dar la floración de su cultura. es esta floración la que progresa, imprimiendo un ritmo ascendente a los grupos sociales. Pero así como dijimos que existe la antinomia, progreso y regreso, existe también la antinomia, evolución e involución. La involución supone un retroceso sobre un anterior estadio de evolución. Lo que no ha evolucionado no puede involucionar. La involución generalmente supone merma de