48 Amauta de fuerzas que progresan en las tres dimensiones del espacio, pero de acuerdo siempre con una función somática. El resultado de este florecimiento de fuerzas es una cultura. Así, pues, esa manifestación apolínea, fáustica o mágica como distingue Spengler de culturas, radica en primer término en la fuerza biológica potencial de la especie.
II Para Max Scheler, el progreso biológico de la especie, su perfeccionamiento formal, ha terminado, desde que el hombre representa el ápice máximo en la escala zoológica. En este sentido, el hombre es un callejón sin salida. La naturaleza al darle este perfeccionamiento, le ha cerrado el camino de todo progreso. Perfeccionamiento relativo, por otra parte, porque en la escala hay animales que superan al hombre en fuerza, en destreza, en perfecta animalidad biológica. Pero el hombre llegado a este remanso de su perfeccionamiento, a este tope final de su progreso, encuentra una salida: la salida trascendente del espíritu. Si como ser animal es un callejón sin salida, como ser espiritual es una salida al infinito. Esta salida a lo trascendental requiere, desde luego, organización y técnica especial, porque de ella emana la elaboración morfológica de esa realidad espiritual. de aquí que el espíritu en la formación de una cultura, cree una ciencia como manifestación de un ansia de perfección; una filosofía como manifestación de un ansia de conocimiento cósmico; un arte, como mar. ifestación de un ansia de belleza. La religión en una cultura, es la ansiedad perenne del espíritu que, superando la cima de todo conocimiento, se lanza en la fuga de un reconocimiento.
Aquí volvemos a la relación del tiempo y del espíritu. El tiempo tiene una realidad perceptible en cuanto se refiere a la función vegetativa del soma; pero en cuanto al ritmo del espíritu, existe una asincronía, y una aperceptibilidad del tiempo. de aquí esa diferencia formal y categórica de una misma cultura a través del tiempo.
La antigüedad fué el esfuerzo de llegar al conocimiento por la ciencia y la filosofía, y a la belleza por el sentido geométrico de la forma y del número en el ritmo. Nada patentiza mejor este concepto que el arte griego. La preocupación suprema del arte y de la filosofía es el hombre, y la religión misma no hace sino antropomorfizar el animismo de la naturaleza. La Edad Media se caracteriza por la preocupación del infinito. Desaparecen en ella el ritmo numérico y la forma geométrica. El conocimiento de Dios es el centro de atracción que paraliza todas las actividades del espíritu. Se realiza una concreción, una La Teología es una sistematización y un ensamblaje de todos los conocimientos. Santo Tomás es el organizador de esta filosofía dei Universo, y Dante el poeta de esta concepción teológica del mundo.
La arquitectura de las catedrales se encarga de hacer ostensible este es.
píritu. La Catedral y la música parecen fundirse en una armonía profunda para superar al infinito. Las columnas, los arquitrabes, las cúpulas se levantan con una secreta angustia de salvación y rematan en la fuga anhelante de las agujas.
Los siglos siguientes y que tan estrictamente rematan en el XIX, comprenden toda la etapa de las rupturas. En que el Universo se hace un multiverso. La etapa que se extiende desde el siglo XV hasta el XVIII es la etapa de la descomposición y del fermento. De ese conjunsuma.