46 Amauta desde el penetrante tañido de las campanas hasta el mudo leit motiv de las cosas sin palabra. Poeta, habría reunido en una melopea de metáforas los mil gestos de esta vida regional y habría hecho el poema nuestro con su ritmo y su emoción genuina. Soy nada más que un escritor y como tal, no puedo eludir mi sino.
La sugestión para ofreceros esta conversación me vino de persona a quien no podía desoír dados nuestros vínculos de fraternidad espiritual y de comunidad de ideales frente a nuestros problemas. Me refiero al Presidente de la Sociedad Unión Empleados, señor Teófilo Méndez.
Decía, pues, que como escritor, y escritor consagrado a la lucha por una nueva orientación de la vida, no podía eludir el dirigiros la palabra desde esta tribuna tan generosa como inmerecidamente ofrecida. así, os habéis reunido con el propósito noble de otorgarme vuestra atención; pero, por lo mismo, tengo que demandar de vuestra generosidad, el perdón más comprensivo y amplio por las deficiencias de mi disertación, preparada en plazo brevísimo pero saturada de voluntad.
Por la calidad de mi producción literaria escasa por cierto; por los gestos de mi vida mental, definidos y orientados de cuatro años a esta parte, no he de daros en el desarrollo de mi tema El progreso como síntoma de evolución social, sino un conjunto de verdades sugerentes de una realidad incomprendida. No quisiera que esta conversación nuestra fuera tachada de falsa y vana charļatanería; sino, por el contrario que fuera suscitadora de réplicas, de ideas picudas como decía Ganivet de contragolpes, de polémicas. Porque no pretendo hacer tal o cual apología, sino un sereno esfuerzo de interpretación, pero sin que esa serenidad robe calor y entusiasmo a mi palabra.
Ya antes de emprender viaje a esta ciudad, había llegado a mis oídos con extraño retintín, la palabra progreso. Huarás en pleno auge de progreso. Me extrañaba la palabra por su modo particular de aplicación a una ciudad que solo hacía cuatro años que había abandonado. Por otra parte, el retintín no me extrañaba. La palabra progreso aplicada a Huarás, no era sino la especialización de un dictado que hoy se aplica al Perú con una sans facon caractéristique, como diría un francés. Así no debéis de extrañar que al hablar de Huarás, mis conceptos implicitamente se generalicen al Perú entero. Es el procedimiento matemático de las partes con respecto al todo.
Al oír hablar de progreso no me he encasillado en un modo particular de ver las cosas; no me he taponeado los oídos con el temor de equivocar el rumbo de mi timón. He procurado que lleguen, que me invadan los raudales de la vida ambiente. He visto con serenidad y he escuchado con atención. Me he hecho amplio para contener multitudes, como decía Whitman. He puesto atentos mis oídos para escuchar el rumor del progreso, como Aristóteles al rumor de las mareas del océano para interpretar el sentido físico del mundo. He abierto mis ojos con la ansiedad del proscrito, para tender los brazos a la llegada de los bajeles atiborrados de esperanza. Nada, sin embargo. Ni bajeles ni rumores han correspondido al reflejo de la sensibilidad tumecente. Mi llegada se ha realizado con la más intensa espectación de