cuentos Amauta 15 Puno ha dado en pocos años la plasmación de Arturo Peralta, poeta terrígeno, vernáculo, enamorado de su tierra, de su pobreza, de la india Antuca, del indio Miguel; reacción contra el cosmopolitismo. Emilio Romero expone con pasión y lirismo las riquezas de su tierra, en esa magnífica Monografía de Puno. La pasión de Gamaliel Churata perpetúa el ambiente de polémica en su afán de crear un lenguaje local el aymará para la literatura universal es un nonato, y su uso significa por consiguiente una re creación dialectal, apesar de haber sido ler. gua nacional en otro tiempo a través de sus egionale Emilio Armaza, Alberto Mostajo dan fisonomía vehemente a la literatura puneña: Falo intitula su libro el primero, en gesto rebelde y retador; Cosmos el del otro, como anuncio de un anhelo. En Sicuaní, el tesón de José Portugal da vida a la editorial Kuntur y desde ahí dispara contra Lima que recién le ha sido revelada y en unión de Guillermo Mercado y Alberto Ormeño sigue en esa tendencia regional polémica belicosa que caracteriza al sur. En Cusco, hombres de diferente temperatura y color políticos, coinciden en la beligerancia y en el amor agresivo a lo cusqueño; a través de los artículos de Valcárcel, Guevara, Escalante, Sivirichi se trasparenta tal anhelo. Lo incaico, lo cusqueño, la polémica son notas uniformes y características. Los diarios lo demuestran así. Los escritores arequipeños ostentan a menudo cierto tono egoista y siempre agresivo. Alberto Hidalgo surgió en 1917 con una Arenga lírica al Kaiser en que se ocupaba con saña de los perros que ladraban a su paso; Miguel Urquieta exhibía en Kaleidoscopio la circunstancia que tendió a sus pies a un adversario de su padre; Aguirre Morales se jacta con innegable orgullo de su obra; Percy Gibson embistió contra el pobre Mister William Belmont Parker, colector de datos biográficos, en un folletito zahiriente, y contra algunos políticos peruanos, especialmente los señores Manzanilla y Belaunde, en otra publicación; otros escritores se dedicaron, a veces, a denigrar ausentes; siempre la tonalidad belicosa, pero no siempre polémica, aunque en generaciones recientes, la que representa Núñez Valdivia, esa belicosidad reviste caracteres más templados, más trascendentales, yendo de la anécdota a la causa.
Tacna también tuvo estas modalidades. Tacna dió a Francisco de Zela rebelde contra la colonia. Dió a Gómez el empecinado.
De allí surgieron poetas como Mantilla, indoblegables y ardorosos.
Tacna dió a Francisco de Paula Vigil, polemista contra el Papa y contra el medio mojigato de su época, antecedente de González Prada; y a la generación que sufrió con valentía el cautiverio, y a mozos como Jorge Basadre, belicosidad templada en Lima, en ponderación y madurez prematuras. Del sur, de Arica, fué Billinghurst, Presidente polémico y temperamento revolucionario hasta en el poder mismo. como excepción necesaria, de Arica fué también el tradicional Unanue, ministro del virrey y de Bolívar. Pero, no olvidemos que Tarapacá fué el único lugar que se opuso a la Presidencia vitalicia de Bolívar, y que de ahí surgió Castilla con sus mil revoluciones. El Centro es constatador, escéptico, crítico. Lima aprendió en el Incario a desconfiar del Emperador que la veía enemiga, feble.
Fundada la ciudad la región existió siempre confirmó su desconfianza y su relativismo ante el desfile de fantochadas coloniales. Pudo jactarse y lo hicieron sus doctores de ser durante trescientos años,