2 Amauta gentes Las pobres gentes se esfuerzan en vano por hacer habitables y un poco humanos estos edificios muertos. Los objetos arrancados al habitual recogimiento de los antiguos cuartos forman una triste línea de combate, arrimados a estas terribles paredes desnudas. No vale querer llenar con cuatro pobres trastos salvados del naufragio de una vida estas crujías imponentes, construídas para compañías enteras. El vacío es tan inmenso, que se traga las cosas. Un niño patizambo y descalzo se arrastra por el suelo sin tarima, pues las tablas fueron casi todas a parar al fogón el invierno anterior, cuando empezó a notarse en las inmensas ventanas la falta de la mitad de los cristales. Un hermanillo menor ha muerto.
Dos camas, una junto a otra, en que duermen el padre, la madre y dos hijos el muchacho y una hermana de catorce años Un perro triste, sentado en medio del cuarto, bosteza.
La mujer del zapatero, llevada por un sentimiento de miedo y en la esperanza de ablandar al caserón hostil, cuyas paredes repercuten en voz alta y sombría cada palabra, cada pisada, lava todos los días el corredor interminable. Lo hace para mover a piedad a la casa y trabar amistad con ella; entrega al cuartel una parte de su calor humano, y estos muros soeces lo reciben indiferentes, como los antiguos sargentos recibían los regalos candorosos de los reclutas. la pobre mujer del zapatero le basta con levantar la vista para perder las últimas esperanzas. Las paredes del caserón, con los rasgos muertos de su cara, repiten en grandes caracteres, implacablemente, la única verdad que aun no han olvidado de los viejos tiempos. Aprende a sufrir sin lamentarte. No olvides que el orden gobierna el Mundo! a dondequiera que la pobre mujer se vuelva con su cubo y su estropajo, a cada paso que dé, a cada movimiento que haga, le da en la cara el puñetazo de la inflexible virtud cuartelera.
Siete marcos a la semana por cuatro personas! encima la maldición de tener que vivir en esta isla de los muertos! la pobre mujer sabe, además, que la muchacha se pasa gran parte de la noche sin dormir, convulsivamente atenta a cada movimiento, a cada suspiro que viene de la cama de los padres. Pero lo peor es este eterno eco del pasado, cuya lengua de plomo habla sin cesar de bravura y obediencia, de amarillos hulanos y húsares fieros que se pudren hace varios años Dios sabe dónde, en los campos del Marne o en las estepas rusas.
no.
ro.
Tampoco el otro crío raquítico saldrá seguramente de este invierNi el mismo zapatero, el cabeza de familia, resistirá tampoco mucho tiempo recorriendo en sus muletas, bajo la lluvia y las temperaturas despiadadas, el largo camino que separa al cuartel del Socorro obreDesaparecerán todos, exterminados; pero estos espectros malditos sobrevivirán para seguir aterrorizando a otra familia proletaria a quien toque venir a perecer a esta cárcel abierta a todos los vientos, cuyas puertas fueron arrancadas de los goznes y cuyos corredores se cubren, en días de ventisca, de nieve o de arena. También ellos serán recibidos con ululantes redobles óseos de tambor por estas viejas guardias fridericianas de ultratumba. Juremos luchar y morir por Dios, por el Emperador y por la Patria!
Sólo una ventana luce en la tiniebla de las negras filas de pabellones: un diente de oro relumbrante en las fauces del gran dragón ca