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Amauta 101 su nica escrita al correr de la maquini.
lla, pero con aquella soltura y fineza de análisis, propias al autor, este libro nos da a conocer de manera preferente algunos de los últimos aspectos del proceso revolucionario.
La atención del autor se concentra en primer término sobre el problema agrario. Como que este cons.
tituye casi el nudo gordiano de la revolución rusa. Alvarez del Vayo ha visto bien en este problema y describe con mano ágil, la lucha entablada entre el kulak, campesino rico, y el gobierno socialista. Lucha dramática, no solo por los incidentes propios a ella y que en estos últimos tiempos ha culminado en hechos sangrientos, sino porque ha sido el origen de dolorosas disenciones en el seno del par.
tido comunista ruso, que aún no han terminado. Si fué primero el radicaJismo ortodoxo, quizás poco realista, de Trotzky y sus partidarios, los que constituyeron un peligro para la unidad del frente leninista en Rusia, eliminados aquellos, ha surgido uno mayor aún, puesto que no es una aspi.
ración de superación revolucionaria, que es lo que en el fondo constituye el trotzkismo, sino más bien una tentativa de los elementos de poca fe revolucionaria y de. raigambre burguesa aún no bien extinguida, de hacer un alto en el camino de la revolución, peligroso para su vida misma, ya que supone el renunciamiento algunos de sus fueros fundamentales.
Las concesiones que esta fracción de derecha pretende se hagan a los campesinos acomodados y las restricciones que solicita en el programa de industrialización de Rusia, tienen casi un sentido contrarrevolucionario. Es por eso que Stalin, el secretario general del partido comunista ruso, con aquella energía y visión realista que le valen la confianza del millón y medio de miembros de aquel, ha denunciado los peligros de esta desviación, calificándola como más funesta aún que la que representaba el trotzkismo y su trabajo fraccional. Alvarez del Vayo, cuyas simpatías, como buen intelectual, no se ocultan en favor de Trotzky, recoge las afirmaciones de los partidarios de éste en el sentido de que la nueva política stalinista, no es sino el reconocimiento pleno de los puntos de vista de la antigua oposición, aunque lamentan que se haya producido demasiado tarde.
El aspecto reciente más interesante de esta lucha que se libra en el campo, es el desarrollo que el gobierno ha comenzado a dar a su plan de socialización de la agricultura. Al antiguo programa de protección a los campesinos pobres y amalgama con los de mediana condición, para enfrentarlos al kulak, se ha sustituido el de la formación de los Kolchos, hacienda colectiva los Sovchos, vastos dominios soviéticos, cuya producción es destinada especialmente a la exportación, los Artels, donde la acción colectiva deja un pequeño margen a la economía privada, etc. Es decir, en resumen, el propósito de vencer al kulak, con las ventajas de una técnica perfeccionada y de un mejor aprovechamiento, solo posibles por medio de la explotación socialista de la tierra.
El ingente caudal de energías que supone este esfuerzo en un país de 150 millones de habitantes y ocupando la sexta parte del mundo, no ha impedido ni puesto obstáculo alguno en la labor de industrialización de Rusia, que se han impuesto los dirigentes soviéticos. Bien saben éstos que es el único medio de llegar a la implantación del socialismo integral y de poner en salvaguardia los intereses de Rusia y de la revolución, constantemente amenazados por el frente único de los países capitalistas.
En este sentido el esfuerzo ruso es verdaderamente gigantesco. No solo se ha llegado a superar el nivel de anteguerra, y ello sobre la base de una industria completamente deshecha por la guerra y las luchas civiles, sino que en 1928, se ha marcado un aumento de 28 con respecto a aquella, permitiendo además, entre otras gran des conquistas, la implantación de la jornada de siete horas. Agréguese a ésto, la construcción de la central eléc