78 Amauta Ingenuamente, afectivamente, sin justificarse y sin pretender elevar a un plano discursivo o dialéctico sus emociones y sentimientos, es como procede Juana García de la Cadena, dándose toda ella a sus pasiones ya desde sus primeras telas; y es por ello que, aun en la primera fase del proceso que recorre, en pleno afán realista, cuando, sorprendida ante la realidad intenta hacerla suya, trasladándola a sus telas, tienen éstas rasgos raciales inconfundibles, que constituyen el sello y el origen de su personalidad. Su rica sensibilidad, su temperamento.
gracias al cual la realidad cobra, a través de su visión, un interés y un valor desligados por completo del hecho y la realidad exterior, elevándose al plano de una creación, hacen que muy pronto ese propósito realista, sumisamente fiel al testimonio de la realidad, deda a los impulsos y propósitos, cada día más codiciosos y afirmados, de una realización estética pura, independiente del natural, libre de toda preocupación, en la cual su personalidad y su temperamento tienen una constante y celosa iniciativa.
Cuando lo consigue, el sentido racial, indomexicano, de su arte, se hace más consciente, más preciso, más fecundo, porque, al tomar la iniciativa, al usar a su gusto y a su pleno arbitrio de la libertad y el don de creación, al dirigir sus facultades en el sentido que quiere, sin ser esclava de ellos, ese fondo racial, ese tradicionalismo que antes respondía a una ley de ancestralismo, de atavismo, se convierte en una actitud y una energía inicial, consciente, creadora, que responde de una manera ágil a las sugestiones de la hora, situando ese ancestralismo dentro de nuestro tiempo, a tono con la sensibilidad e interrogaciones, del medio.
Ya en esta segunda fase las obras de Juana García de la Cadena reunen todas las condiciones y valores requeridos para que una creación artística pueda considerarse como perfectamente lograda, satisfaciendo y llenando como tal todos sus propósitos y objetivos. Sus obras se producen independientemente de los temas, del hecho exterior, de toda anécdota, superando toda exigencia y obligación realista y literaria, y creando, por la sola contribución de elementos plásticos puros, de recursos legítimamente pictóricos, obras de un valor artístico cerrado, intrínseco, logrado: en ellas, por otra parte, el atavismo racial ha sido superado, habiendo dejado de ser un ciego fatalismo, para convertirse en una función y una actitud creadora, inicial, sometida al libre albedrío individual.
Así la obra de Juana García de la Cadena es, a la vez, un producto artístico de alto valor y un testimonio revelador de las posibilidades latentes y vivas de una cultura indomexicana y de las energías y reservas creadoras de las razas indígenas de México, que han sabido colocarse, como así lo ha proclamado con rara unanimidad la crítica europea, en el primer puesto dentro del movimiento pictórico mundial.
México, noviembre de 1928.