76 Amauta PINTORES MEXICANOS, por Marti Casanovas.
JUANA GARCIA DE LA CADENA artista dotado de sensibilidad, de temperamento ágil, encuentra en cualquier asunto, en cualquier tema, frente a cualquier escenario, fuentes de interés y estímulos suficientes para producir. Cada visión despierta en él una necesidad irresistible de crear, de exteriorizar la emoción que lo conmueve, dándole forma. necesidad que es la que constituye la genuina característica del verdadero artista. y es por ello que, frente a cualquier escenario y en cualquier momento, encuentra campo y posibilidades inagotables para crear y producir.
Y, fácil consecuencia, cuando el artista pintor en nuestro caso. tiene sensibilidad, cuando reacciona, emotivamente, con suficiente vigor y agilidad, sintiéndose solicitadas sus capacidades y apetitos creadores, la emoción que experimenta es una emoción esencialmente plástica, que nada tiene que ver con el asunto, con el hecho exterior en sí, con la anécdota argumental o literaria; una emoción que sólo tiene en cuenta y percibe, frente a la realidad exterior, sus posibilidades formales, plásticamente ponderables, siendo, por lo mismo, una emoción en la cual el interés y la realidad plástica dominan y están por encima del interés anecdótico y extraartístico de la cosa representada.
Así ocurre con Juana García de la Cadena, una de las más interesantes figuras de la nueva pintura mexicana. Dotada de un formidable temperamento, de una rica y codiciosa sensibilidad, sus telas son de una plasticidad rica y substanciosa, de materia jugosa y exuberante, usada sin avaricia, y en ellas, todo el vigor y la fuerza avasalladora de su tempermento, se invierten en la realización de valores y calidades plásticas, que son, por la intensidad y el impulso que contienen y las mueven, de un gran poder expresivo, altamente elocuentes, de una clara y precisa persuasividad.
Todo, en esas telas de Juana García de la Cadena, se dice y se proclama a tono entero, sin sordina, sin artificios ni vacilaciones; todo es fruto, en ellas, de una certera y precisa decisión. El color es denso, substancioso, llevado a su máxima intensidad, a su saturación, dando todo cuanto puede dar de sí: las formas son acusadas francamente, sin fallos, obedeciendo a una necesidad instintiva, inconsciente pero certera, de limitarlas, de construirlas; la línea tiene una constante vibración, es tersa y precisa. Todo, en estas telas, revela los impulsos y la tensión difícilmente refrenable de un gran temperamento, y, al propio tiempo, una gran pasión y afán constante de claridad, una necesidad instintiva y certera de orden, de ponderación, de harmonía, fruto y expresión de ese mismo temperamento.
Tras la precisión, tras la claridad, conteniéndola apenas, esta obra es rebosante de savia y de poder, tersa, henchida por la pasión: Una pasión instintivamente controlada, conocedora de sus límites y sus posibilidades. Por esto, la materia, la forma, el color, aún cuando ricos y exuberantes, en tono mayor, tienen en estas telas, una función expresiva, concreta, y están al servicio de finalidades artísticas, no siendo un