56 Amauta PAIS BLANCO NEGRO DE ROSAMEL DEL VALLE, por Julián Petrovick. siento lleno de cálidas palabras para este libro de prosa vértigo de distancia.
completamente surgida. Es el relato puro de un vértigo de emociones de altura, de viento, de perfume. También Esta espontaneidad como luz o como agua, también como la mañana que recorre toda la atmósfera del país blanco y negro llega como una ola de frescura que nos dá de lleno en la frente.
Qué bien realizan su función respiratoria nuestros pulmones en la atmósfera ágil como vuelo de esta prosa que nos columpia el espíritu como esos gimnasios que adiestran la alegría del niño. Alegría de ala para que vuelen como las aves.
Este libro me aviva el recuerdo que guardo del jardín de mi casa, allá en Huancayo donde quedó toda mi infancia que quiso ser como esa gota heroica de agua que se emancipó del mar. Cómo recuerdo ese guindo de ramaje tan hospitalario del que todas las auroras caían cantos de jilgueros igual que sus hojas en oto ñol Arbol que todas las mañanas se volvía de navidad lleno de naranjas de intenso amarillo.
Era así el canto de los jilgueros. Canto de color, de música y de perfume.
He visto a los jilgueros que parecían frutas en el árbol.
Nunca los maté ni los cogí porque ese canto me anonadaba. Me sentía un ángel. Estaba evadido de mí mismo. Confundido con los jilgueros. Confundido en el canto. Qué, lejanos me parecían los gritos de mi madre que andaba buscándome para protegerme.
Los sentía como un eco. Como en sueño. Luchaba para responder, pero mi alma ángel no acudía hasta que la mañana maduraba.
Así he vuelto a recuperar mi alma ángel en el país blanco y negro de Rosamel del Valle.
Otra mañana maduró dejando en su adolescencia un alba de jilgueros.
Sin embargo tengo un pequeño remordimiento. Pienso que aún estoy ocultando otras emociones a pesar de que este libro nos enseña a no ser egoistas.
Libro abierto como la geografía con continentes de afecto por donde pueden aventurar todos nuestros sentimientos. cada momento nos saltan recuerdos. Ahora me palpita en la imaginación la Quimera del oro de Carlos Chaplin. es que todas esas cosas puras han formado el ambiente de este país blanco y negro. País diáfano y bello que no pesa nada en la memoria.
Santiago de Chile, 1929.