46 Amauta dor. Por eso Binding después de afirmar que hay vidas humanas que han perdido la cualidad de bien jurídico por quedar desprovista de importancia la continuación de su existencia, tanto para el mismo sujeto como para la sociedad, divide en tres grupos los seres exterminables.
En primer lugar están los perdidos irremediablemente a consecuencia de alguna enfermedad o de alguna herida como los cancerosos, los tísicos extremos, los lesionados de muerte que en plena conciencia de su estado demandan perentoriamente el fin de sus sufrimientos. En la segunda categoría se hallan los idiotas, y dementes incurables, a los que no amenaza la muerte en un breve plazo, pero que son vna pesada carga para sus familias y para la sociedad. El estado de estos dementes e imbéciles exige cuidados considerables y la formación de profesionales que pierden sus existencias prolongando la de estos no valores humanos absolutos durante años y docenas de años. Entre estas dos clases existe una tercera, a la que pertenecen seres espiritualmente sanos, que por un acontecimiento de cualquier índole tal vez por una herida gravem han perdido el conocimiento y al salir de su inconsciencia. si es que llegan a recobrar el sentido caerán en el más miserable estado, con destino a una muerte más o menos próxima pero cierta.
Por dolor, incurabilidad e inutilidad, defienden los postulantes de la eugenesia la muerte liberadora y eliminadora.
IV. LA REPULSA Ante estos tres criterios se yerguen tres interrogantes. Es tan intolerable el dolor que se precise acallarle con la muerte y tan espantosa la agonía que se imponga su aceleramiento? Puede decidirse de un modo irrevocable la incurabilidad de un enfermo? El criterio de la inutilidad autoriza la eliminación?
El dolor es un hecho psicofísico eminentemente subjetivo. Los médicos presencian a diario el heroico gesto con que muchos pacientes resisten las operaciones más cruentas, en tanto que enfermos leves histéricos e hipersensibles claman a gritos por sufrimientos que de ordinario se toleran sin excesivos ademanes. Por otra parte, no siempre los dolores más atroces son indicios de males gravísimos, mientras que enfermos mortales están desprovistos de sensaciones doloríficas. No podemos, en suma, confiar al dolor el decisivo influjo de decidir la eutanasia.
Tomás Moro y Bacón, desde antiguo, y muchos escritores modernos, han defendido la muerte benéfica como medio de abreviar las agonías penosas, acortando el lento y desesperado morir, doloroso unas veces por padecimientos físicos y otras por tormentos morales, oriundos del horror al tránsito de la vida a la muerte. Pero Morselli observa, con su experiencia de médico, que la agonía no va siempre acompañada de dolor y que, afortunadamente, de ordinario la conciencia del moribundo está oscurecida y la muerte sobreviene después de que la sensibilidad superior está extinguida. Las agonías más aparatosas no son indicio de sufrimientos. Novoa Santos ha dicho: Trágica en la forma, en el gesto, pero suave, mansa y dulce, como una novia nos recoge la muerte.
La incurabilidad en que se apoyan los partidarios de la eutanasia es uno de los conceptos más dudosos. Enfermedades que un tiempo