Individualism

14 Amauta giones del individualismo han sido siempre heroicas.
En cambio, en la historia italiana los tipos de productores resultaron de las transacciones a las cuales se es obligado por la dura lucha con la miseria. El artesano y el mercader decayeron después de las comunas. El agricultor es el antiguo siervo que cultiva por cuenta de sus patrones o de la curia y tiene, en la enfiteusis, su única defensa.
La civilidad más característica luego es aquella que se forma en las cortes y en los empleos y que acostumbra a las astucias, a los funambulismos de la diplomacia y de la adulación, al gusto de los placeres y de la retórica. El pauperismo italiano se acompaña con la miseria de las conciencias; quien no siente cumplir una función productiva en la civilización contemporánea no tendrá confianza en sí mismo ni culto religioso de su dignidad. He aquí en cual sentido el problema político italiano, entre los oportunismos y la caza desvergonzada de empleos y la abdicación ante las clases dominantes, es un problema moral.
El protestantismo en Italia debe batirse contra la economía parasitaria y la unanimidad pequeño burguesa y debe buscar en los obreros educados en la lucha libre y en la moral del trabajo los cuadros de la herejía y de la revolución democrática. De este modo no será una ideología de importación sino el mito auténtico de una Italia educada con dignidad, el mito de ciudadanos capaces de sacrificarse por la vida de la nación porque son capaces de gobernarse sin dictadores ni teocracias.
1924.
DOMENICO GIULIOTTI diferencia profundamente el caso Giuliotti en la civilidad moderna, del caso Papini y de todo otro ejemplo de conversión al catolicismo. El tiempo de las conversiones estéticas a la moda francesa (Claudel) pertenece hoy a la historia. Los recientes fenómenos italianos son de orden inverso. Han influído la crisis ideal postbélica, el derrumbamiento de muchas fés, no seguras, en que antes ingénuamente y digamos también superficialmente se creía; pero sobre todo han obrado, como veremos, condiciones específicas de la situación italiana. La más grande Historia de Cristo del mundo moderno no puede nacer ciertamente de una mera crisis individual y caprichosa.
Giovanni Papini adhiere al catolicismo para encontrar en él la más amplia verdad cristiana: acepta (por una lógica superior que excluye las reservas del librepensador) el dogma para conquistar con seguridad el amor; se crea una experiencia ética cristiana, más no renuncia al ideal de una cultura cristiana y antes bien se pone en seguida a la obra obedeciendo a la lógica de su posición espiritual que desde el Crepúsculo de los Filósofos en adelante no se ha alejado jamás, como demostramos en otra parte, del tradicional dualismo que fué canon de la ortodoxia. Papini es cristiano y moderno: su catolicismo concluye en la profesión de obsecuencia al pontífice infalible, y después de esta sumisión, satisfecha la exigencia fundamental de su atormentado dualismo, encuentra de nuevo su vía autónoma de cristiano operante.
Doménico Giuliotti, en cambio, es decidida y solamente católico. San Francisco prefiere Santo Domingo, el Cristo dulzura, el Cristo fuerza. Cree en la autodestrucción de la civilización infernal mo