12 Amauta condad existe sin necesidad de buscarla y, por otro, el error nace sin derechos, vive sin derechos, muere sin derechos y que la verdad está en posesión del derecho absoluto.
El equilibrio del mundo puede fundarse solamente con esta premisa de moderación y obediencia. Toda idea de progreso debe ser excluída. El dogma filosófico de la infinita perfección está tan lejos de la verdad que la sociedad humana para no acabar en la barbarie, tiene necesidad de tornar atrás a fin de no alcanzar los extremos límites de la civilización. La discusión, fruto de la civilidad, bajo el impulso de la prensa periódica, alcanza el extremo límite, mata los libros y lanza las inteligencias en las regiones de una duda que es más terrible que la ignorancia.
El estilo de Cortés, el ideal pacífico de los conservadores son incompatibles con estas historias totalmente modernas de autonomía e iniciativa. Para el político que quiere a cada uno en su puesto, tento de su oficio y de su placer, estas obsesiones de verdad e independencia pueden ser objeto de risa, son una deformidad del organismo social. Del racionalismo han salido el spinozismo, el volterianismo, el kantismo, el hegelianismo, el cousinismo, todas doctrinas de perdición que en el orden político religioso social, son para la Europa lo que en orden físico es para el celeste imperio el opio de los ingleses.
Cortés quería salvar del opio a sus pacíficos españoles; temía que el espíritu de discusión los habría llevado a discutir ante todo a sus legítimos soberanos. Cortés no comprendió que la virtud de la dinastía estaba agotada, tanto que se comenzaba a hablar de legitimismo, como sucede en todas las decadencias. La civilización internacion!
se divertía en sepultar sus descarnadas construcciones de nacionalismo provinciano. Su sueño de reacción integral, el desprecio que tenía al pueblo, nos parecen confesiones de tramonto. ni del tramonto los pueblos inmaduros para la libertad pueden salvarse con prédicas de oscurantismo.
1924 NUESTRO PROTESTANTISMO UE cosa se debe entender cuando se dice que Italia no ha tenido su Reforma y que en la ausencia de la Protesta están las razones de su inmaduridad ideal y política. Si la constatación debiese referirse sólo a un problema de crítica y libertad religiosa, si se limitase a proponer el modelo de las modernas naciones protestantes, subsistiría como una exigencia herética de historiadores y los católicos tendrían razón al oponerle los instintos de la raza.
Entre nosotros un movimiento protestante debe afrontar una exigencia más dolorosa y un problema absolutamente central de la vida italiana. La victoria del catolicismo, la práctica conservadora y reaccionaria acompañada de los artificios demagógicos que se registran nuestra historia, son inevitables mientras sobrevivan las actuales y tradicionales condiciones de la economía.
Las tentativas más serias de herejía en Italia corresponden al período de la libre y próspera actividad de las comunas. Con el ingreso en la historia de los pueblos atlánticos y con el descubrimiento de Améen