AnarchismDemocracyProudhonSocialismSubversive

Amauta 11 rudo ni la tradición francesa de la fineza. El ideal español de la señorilidad confina con la holgazanería y por esto incluye como campo propicio y como símbolo la idea de la corte.
Fuera de estas históricas experiencias de ostentación teatral de colonizadores, España no ha sabido producir otros tipos que el anarquista descamisado, el subversivo violento y vengativo. bien, es justo que a tales calores africanos los moderados piensen oponer un ideal de orden y de domesticamiento.
Para Donoso Cortés la adhesión a una monarquía paternal e indulgente hacia los súbditos fué la cuestión previa de la tranquilidad española, amenazada sólo por las pretensiones de nacientes clases dirigentes y protestantes: está por eso dispuesto a aliarse con la democracia, o para hablar más exactamente, con la plebe, con tal de debilitar aquellas aristocracias que con el espíritu de iniciativa quieren abrir la vía, por conciencia o instinto, a los experimentos de la moderna lucha política. El parlamento español no fué sino un campo de batalla en el cual el trono, la iglesia, el pueblo combatieron por arrancar el poder de las manos de la aristocracia; luego su término coincide con la decadencia del poder aristocrático y por consiguiente con la cesación de la lucha. La monarquía absoluta era democrática y religiosa.
Por esto ni el pueblo ni la iglesia sospechaban de las libertades municipales ni de las inmunidades de la iglesia.
Fué la devoción a la dinastía lo que hizo entreveer a Cortés la última salvación del equilibrio constituído y del estado español en el catolicismo integral. Para el pueblo español debía resultar impropia cualquiera democracia que no hubiese sido la de Pío IX. En cambio, contra Proudhon, Montalambert podía servir excelentemente a la más católica entre las dinastías católicas. Para justificar a Cortés en esta contraposición suya, se puede recordar que Proudhon era en la península el autor de los anarquistas, o sea de aquellos incendiarios que él había conocido en Badajoz y Cáceres en tiempo del gobierno de Mendizábal. a él le repugnaba por naturaleza el extremismo, como la modernidad. En el socialismo que nacía precisamente en los últimos años de su vida sentía una teología satánica. En 1848, el año decisivo para el esclarecimiento de su modernismo como reaccionarismo integral, comprendió que los gérmenes de la crítica libre y de la iniciativa de las masas estaban por socabar desde sus cimientos todo el orden constituído. Aun las monarquías serían arrolladas por estas inquietudes.
Precisaba, pues, apelar a la extrema reserva de disciplina y de autoridad. El orden es la ley suprema, sobre la cual se sostienen y por la cual se gobiernan todas las cosas creadas. Ahora bien, es el catolicismo quien ha puesto el orden y la armonía en todas las cosas humanas. Por el catolicismo han sido siempre santificadas autoridad y obediencia y para siempre condenadas la tiranía y las revoluciones.
Como véis, también aguí en el reaccionario habla el moderado. El ideal sobreentendido es todavía su dinastía española. Por esto condena a Calígula monstruo horrendo e ignominioso en forma humana con insensatos ardores y apetitos bestiales. Marat, tirano cínico y sanguinario. Robespierre suprema encarnación de la vanidad humana con sus instintos inexorables y feroces.
La defensa contra las intemperancias, contra la raiz de todos los errores debe ser metafísica. La Iglesia profesa, por un lado que la ver