Amauta presentarsele como Marte, sería necesario presentar a ese dios bajo la forma de un ariete.
Cuando Cristina se vió obligada en 1840 a renunciar a la Regencia y a marcharse de España, Espartero, contra la voluntad de una parte importante de progresistas (6. se otorgó el poder supremo dentro de los límites del Gobierno parlamentario. Se rodeó de una especie de camarilla (7) y se condujo como un dictador militar, sin elevarse por encima del nivel medio de un rey constitucional. Mostróse más bien favorable a los moderados que a los progresistas, a los cuales apartó con pocas excepciones, de todo cargo público. Sin conseguir atraerse a sus enemigos, poco a poco se separó de sus amigos. Sin valor para destruir las cadenas del régimen parlamentario, no sabía ni cómo ponerle en marcha, ni cómo utilizarlo ni convertirlo en un arma polítca. En el transcurso de los tres años que duró su dictadura, el espíritu revolucionario decayó sin interrupción gracias a los innumerables compromisos, y el descontento en las filas del partido progresista aumentó hasta tal punto, que los moderados pudieron tomar de nuevo el Poder en sus manos por medio de una serie de medidas audaces. Espartero perdió su autoridad hasta tal extremo, que su mismo embajador en París conspiraba contra él con Cristina y Narváez, y la ayuda ajena le era tan necesaria, que no le fué posible renunciar a las miserables intrigas y mezquinas maniobras de Luis Felipe. Espartero se daba tan poca cuenta de su propi situación, que en una forma completamente irreflexiva entró en conFlicto con la opinión pública en el mismo momento en que ésta buscaba sólo un pretexto para romper con él. La obstinación de la reina regente en sancionar la ley de Ayuntamientos (14 de julio. en contra la voluntad de Espartero, provocó el levantamiento nacional que estalló en Madrid el 1o. de setiembre de aquel año, y a cuyo frente se puso el Ayuntamiento de la capital. El descontento de los progresistas y del duque de la Victoria se había producido desde la disolución de las Cortes, en 18 de noviembre de de 1839, y la constitución de las nuevas, el 18 de febrero de 1840, en que la mayoría era moderada. En Valencia, después de que casi toda la nación habíase sumado al movimiento de Madrid, y en vista de que Espartero se negaba a sofocar el movimiento por estimarlo justo, la reina le nombró presidente del Consejo, desoyendo los ofrecimientos que le hicieron los generales Donnell y Narváez. Planteó de nuevo el jefe progresista la cuestión de la ley de Ayuntamientos, pretendiendo su derogación; pidió que fueran disueltas las Cortes, en que estaba su partido en minoría, y pidió libertad para exigir responsabilidades a los ministros del Gobierno anterior. La reina abdicó y embarcó en el puerto del Grao, bajo el nombre de condesa de Vista Alegre, con dirección a Marsella.
Espartero abolió la ley de Ayuntamientos y disolvió las Cortes, convocando otras para 19 de marzo de 1841, y en ellas se planteó la cuestión de la Regencia, que el general presidente, apoyado por muchos de sus partidarios, en su mayoría militares ayacuchos, quería para sí, y otra gran parte creía que debía ser ejercida por tres personas. Por 153 votos contra 136 se prenunció la asamblea por la Regencia una. Acordado esto, por 179 fué elegido regente el general Espartero. El primer Ministerio progresista estaba formado por ayacuchos y unitarios exclusivamente: presidente, Antonio González, después marqués de Valdeterrazo; San Miguel, Guerra; Alonso, Gracia y Justicia; Surré, Ha cienda; Camba, Marina, e Infante, Gobernación.