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26 Amauta mán, el esclarecimiento científico de los problemas de la revolución tales como se presentaban empíricamente en su tiempo, no habría alcanzado sus más eficaces, y valiosas conclusiones científicas, ni habría mucho menos elevado al socialismo, al grado de disciplina ideológica y de organización política que lo han convertido en la fuerza constructora de un nuevo orden social. Marx pudo ser un técnico de la revolución, lo mismo que Lenin, precisamente porque no se detuvo en la elabora.
ción de unas cuantas recetas de efecto extrictamente verificable. Si hubiese rehusado o temido confrontar la dificultades de la creación de un sistema. para no disgustar más tarde el pluralismo irreductible de Max Eastman, su obra teórica no susperaría en trascendencia histórica a la de Proudhon o Kropotkin.
No advierte tampoco Max Eastman, que, sin la teoría del materialismo histórico, el socialismo no habría abandonado el punto muerto del materialismo filosófico y, en el envejecimiento inevitable de éste por su incomprensión de la necesidad de fijar las leyes de la evolu.
ción y el movimiento, se habría contagiado más fácilmente de todo linaje de idealismos reaccionarios. Para Max Eastman el hegelianismo es un demonio que hay que hacer salir del cuerpo del marxismo, exorcizándolo en nombre de la ciencia. En qué razones se apoya su tesis para afirmar que en la obra de Marx alienta, hasta el fin, el hege lianismo más metafísico y tudesco? En verdad, Max Eastman no tiene más pruebas de esta convicción, que las que tenía antiguamente un creyente de la presencia del demonio en el cuerpo del individuo que debía ser exorcizado. He aquí su diagnosis del caso Marx: Al declarar alegremente que no hay tal Idea, que no hay Empíreo alguno que anda en el centro del universo, que la realidad última es, no el espíritu sino få materia, puso de lado toda emoción sentimental y, en una disposición que parecía ser completamente realista, se puso a escribir la ciencia de la revolución del proletariado. Pero a pesar de esta profunda transformación emocional por él experimentada, sus escritos siguen teniendo un carácter metafísico y esencialmente animista. Marx no había examinado este mundo material, del mismo modo que un artesano examina sus materiales, a fin de ver la manera de sacar el mejor partido de ellos. Marx examinó el mundo material del mismo modo que un sacerdote examina el mundo ideal, con la esperanza de encontrar en ěl sus propias aspiraciones creadoras y, en caso contrario, para ver de qué modo podría transplantarlas en él. Bajo su forma intelectual el marxismo no representaba el pasaje del socialismo utópico al socialismo científico; no representaba la sustitución del evangelio nada práctico de un mundo mejor por un plan práctico, apoyado en un estudio de la sociedad actual e indicando los medios de reemplazarlo por una sociedad mejor. El marxismo constituía el pasaje del socialismo utópico a una religión socialista, un esquema destinado a convencer al creyente de que el universo mismo engendra automáticamente una sociedad mejor y que él, el creyente, no tiene más que seguir el movimiento general de este universo. No le bastan a Max Eastman, como garantía del sentido totalmente nuevo y revolucionario que tiene en Marx el empleo de la dialéctica, las proposiciones que él mismo copia en La Ciencia de la Revolución de la Tésis sobre Feuerbach.
No recuerda, en ningún momento, esta terminante afirmación de Marx. El método dialéctico, no solamente difiere en cuanto al fondo del de Hegel sino que le es, aún más, del todo contrario. Para Hegel el pro