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70 Amauta dades en el Perú, cuyo valor será de quince millones de dolares, incluyendo el establecimiento de una planta eléctrica de treinticinco mil caballos de fuerza y una planta de zinc electrolítico en la Oroya, dos oficinas de concentración, la construcción de un rascacielo para la Compañía en la Plaza San Martín, en que se instalarán las oficinas y casa habitación para los altos empleados y sus familias, una pequeña planta que sirva para trabajar la mina Yauricocha para cuando se le dé mayor desarrollo y un túnel para dragar las minas de Morococha hasta la profundidad de mil seiscientos cincuenta pies.
Ante esta penetración, nuestras masas, cuyo esfuerzo labra la tierra, mueve las fábricas, anima las minas, tienen que sentirse alarmadas.
Esta alarma crece frente a declaraciones terminantes, como las que hace Leland Janks: Ahora perseguimos francamente nuestros intereses.
Protegemos con la bandera estrellada las inversiones de nuestros dolaTes en cincuenta países extranjeros, y declaramos, por boca del presidente Coolidge, que la persona y la propiedad de un ciudadano forman parte del dominio general de la nación, aún cuando estén en el extranjero. Esta definición justifica, desde luego, todas las intervencio.
nes armadas llevadas por los Estados Unidos a los países en que sea amenazada la persona o la propiedad de los ciudadanos yankees.
Hemos llegado, inevitablemente, a la consideración de un tema que apasiona actualmente a todos los pueblos del mundo: el imperialismo. No nos vamos a detener mucho en él, por no formar parte de nues.
tro trabajo. Pero debemos, para la fácil comprensión de nuestro estudio, localizarlo someramente.
La colocación del capital mercancía es vital para la seguridad y la prosperidad nacional de los Estados Unidos. Es una forma de conjurar momentaneamente la catástrofe de super enriquecimiento que amenaza derrumbar la complicada maquinaria financiera norteamericana, amenazada continuamente por los golpes del socialismo. Según uno de los directores de la American Fund for Public Service evidentemente la manifestación particular del imperialismo contemporáneo más interesante y apropiado para los americanos es la expansión del capital y el poder colonial más allá de las antiguas fronteras de los Estados Unidos.
Mr. Harry Elmer Barnes, autor de esta cita, no puede ser, indudablemente, acusado de agitador marxista. Es, como él mismo se califica, un capitalista honrado e inteligente. Esto no le impide coincidir con nosotros, cuando reconoce que si queremos modificar o eliminar esta situación, tendremos que cambiar, al menos en parte, la naturaleza de la organización política, económica y social de la humanidad.
Mr. Harry Elmer Barnes cree que debemos cambiar, al menos en parte, la sociedad actual. Al hacer esta justa declaración, asustado de sus alcances, el publicista yankee procura atenuarla, agregando que no por eso el imperialismo se extinguirá de la faz de la tierra. Sin embargo, no estamos obligados a aceptar la ingenua creencia de que el imperialismo desaparecerá inmediatamente ante los progresos del socialismo. Nosotros tampoco. Si pudiera realizarse una revolución socialista mundial que procediera con éxito a la substitución de una economía adquisitiva basada en el provecho individual, por otra fundada en el objetivo de la producción para el servicio social, entonces, naturalmente, el imperialismo desaparecería con rapidez. Es ecisamente lo que él pone duda, que esta revolución sea realizable, que estamos firmemente convencidos.
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