Bourgeoisie

Amauta 49 obrero del campo y de la ciudad, aquellos que antes constituían la fuente de curiosidad de que echaba mano el pintor burgués, son los artistas, los pintores, creadores de un arte profundamente moral, a fuerza de humano. Porque, cuando estos pintores proletarios describen su propia vida y el medio económico en que su vida se desenvuelve, desligados como están por su proximidad y vinculación a este escenario, del cual son héroes y protagonistas, de todo interés anecdótico o literario, de toda curiosidad por lo que este medio pueda tener de exotico o pintoresco para quien no vive dentro de él, contemplándolo espectacularmente, nos revelan y descubren el mundo agitado de pasiones, de sentimientos, de afanes e inquietudes que conmueve a la masa proletaria, a las clases populares, siendo, pues, su arte, no sólo una visión exterior y superficial de la vida proletaria, sino la revelación de un gran fondo humano, saturado de pasiones latentes y tumultuosas.
Puede comprenderse, conociendo la constitución de estas escuelas y el criterio pedagógico que las inspira, de total e ilimitada libertad, de estimulante sugerencia, como de ellas ha podido surgir un arte popular, puro y genuino: arte popular que calificamos de tal, no por la categoría inferior de sus creaciones, o por su anonimismo, sino por lo íntimamente vinculado que está a las pasiones populares, por ser fruto del pueblo, fiel testimonio y expresión de sus sentimientos y de su visión de la vida. Desaparecido ya el prejuicio de que el arte constituye un patrimonio exclusivo de las clases privilegiadas. signo de aristocracia, estos pintores proletarios, entienden la pintura y entienden el arte, utilizándolo así, como un medio de expresión, como un vehículo de exteriorización de sus pasiones y sentimientos, no, simplemente, a la manera, burguesa, como un simple instrumento de gratuita e inútil especulación formal, hecho para el goce de los sentidos.
Tal es la vinculación de esta pintura popular a la sensibilidad de las gentes mexicanas, y a las exigencias plásticas del medio, que en ella está y con ella ha nacido, con magnífico impulso, la verdadera pintura mexicana pura y genuina, ajena a toda suerte de influencias y precedentes. Cuando un inidivduo siente la necesidad y el afán de expresar y exteriorizar sus sentimientos, sus pasiones, las emociones que nacen del constante intercambio con el medio exterior, si no se le dan medios expresivos y lenguaje de suficiente claridad para que pueda expresarse, necesita crearlos, y así ha ocurrido con las Escuelas de Pintura al Aire Libre. Suministrando a los pintores sus sistemas de recetas, de procedimientos y argucias, de uso consagrado, la Academia, de la cual salió el arte de la burguesía, fomentaba la anodina y mediocre uniformidad académica, universal, porque no reconoce límites ni fronteras, impidiendo, de tal forma, las manifestaciones y libres relaciones de la personalidad y el temperamento de cada artista; las Escuelas de Pintura al Aire Libre, por el contrario, dejan que el aprendiz, el pintor, se expresen libremente, estimulándolos, provocando en ellos interés y curiosidad, con el fin de que sientan la necesidad de expresarse, de exteriorizar sus emociones; y cuando esta necesidad existe y se vuelve imperiosa, el pintor tiene que procurarse creándolo, si no cuenta con ellas, recursos de expresión, signos y formas, es decir, un lenguaje para darse a entender, haciendo comprensibles, dándoles vida en el mundo de las realidades, las emociones que siente y pretende transmitir y exteriorizar. El temperamento de cada pintor, así, se produce libremente, con sinceridad que explican la rica diversidad de temperamentos de per