Bourgeoisie

48 Amauta escuelas están creando un arte hondamente, inconfundiblemente mexicano, fiel a los postulados y principios revolucionarios, porque en sus creaciones se unen y vinculan, constituyendo un solo hecho, una sola entidad, una síntesis, el sentimiento revolucionario, entendido como una actitud humana, vital. no como el eco de un hecho y una realidad exterior. y la emotividad artística, entendiéndola como una función creadora, expresión de los sentimientos y pasiones que guían a los individuos y a la sociedad.
Estas escuelas, abiertas a todos, sin privilegios de castas ni de clases, han hecho del arte mexicano un verdadero exponente social, dándoles a las clases populares medios y recursos de expresión artística, para que por medio de ella, exterioricen sus sentimientos pasiones, su vida y su visión de la vida. Antes, sólo las clases superiores, privilegiadas, estaban capacitadas para producir arte y valerse de los medios de expresión artística: Y, encerrado dentro de este círculo, vicioso y limitado, el arte era, fatalmente, fiel reflejo de los gustos y la sensibilidad de una burguesía decadente y agotada. Contribuía a esta limitación, el control de los centros de enseñanza artística por la burguesía, centros en los que se imponían reglas, pautas y argucias, que anulaban y hacían imposible todo intento de revelación individual, todo destello de personalidad, imponiendo, como tipo único de sensibilidad y de gusto, la sensibilidad y el gusto de las burguesías, sin dar posibilidades de creacción a las inquietudes, los afanes y las rebeldías de cada quien.
Todo lo contrario ocurre en las Escuelas de Pintura al Aire Libre.
Consagradas al pueblo, estas escuelas dan posibilidades y estímulos de expresión a todas las clases, a todos los individuos. No se imponen en ellas imitaciones de ninguna especie, y el respeto que se guarda por la libertad de cada alumno, por su personalidad, por las manifestaciones de su individualidad, provocan la exteriorización libre y sincera de todas las pasiones, de todos los sentimientos, de todas las rebeldías, de las cuales ha surgido, afirmándose con creciente vigor, la pintura mexicana revolucionaria.
Puesto que el arte al ponerse al servicio de las clases populares, sirve de vehículo a pasiones y sentimientos reveladores de una nueya moral, es decir, de nuevas formas de vinculación social y humana, y por lo mismo, de único sentido de responsabilidad individual, existe y pugna por manifestarse un nuevo imperativo de plasticidad, que pide y reclama para producirse y expresarse, formas y valores artísticos nuevos. Esta era la interrogante, la grave cuestión, que se había planteado a los pintores mexicanos postrrevolucionarios, y las escuelas de Pintura al Aire Libre han dado la contestación. Porque, los vínculos, las relaciones, los nexos que existen entre la realidad exterior. el medio, la vida y el artista, no son los mismos según sea la clase social a que éste pertenece, y el círculo de su propia vida. Para un pintor salido de las clases burguesas, y educado según el gusto y dentro del medio en que éstas viven, el indio, el campesino, el círculo de vida que éstos se mueven y desenvuelven, son cosas completamente exteriores, ajenas, escénicas, que despiertan su curiosidad por lo que para el tienen de exóticas y pintorescas, sin que llegue a penetrarse de ellas, sin ahondar en su fondo y su contenido humano. Pero, desde que con las Escuelas de Pintura al Aire Libre se abre el ciclo de pintura revolucionaria, los protagonistas de este medio de vida popular, el indio, el en