Amauta 43 sistible, al empleado. Su misma brusquedad le ha gustado. Tenía razón, Elvira (Elvira es una amiga suya. Es simpático y distinguido. qué parecido a Adolfo Menjou! Pero que poco conversador, qué seco. Ha de estar en un mal día. La próxima vez, seguramente, se encontrará bien.
Otro cliente. Un hombre, un comerciante que gira sobre New York 800 dólares. Castillo prepara el giro y en su cerebro las cifras. 800 dólares, 2, 100 soles fulgen como un relámpago. 2, 100 soles, cuántas cosas podría yo hacer con esa suma. Qué miseria la de esta vida mía!
El reloj señaló las once y media. Las ventanillas se cerraron y, tras del público, salió el personal. Castillo palpó su bolsillo; tenía libra y media. Un telefonazo a su madre, por medio del pulpero de la esquina: no voy a almorzar, tengo trabajo atrasado.
Por supuesto que eso no es cierto. Vicente quiere, por unas horas, darse la ilusión del bienestar y de la libertad; es lo menos que puede exigir un hombre como él. Ir a su casa, a almorzar en el oscuro comedorcito, todo lleno de los olores de la cocina cercana, un plato de sancochado o de arroz con carne. Horror de los horrores! Vicente se pagará con ese dinero, destinado a sus gastos del mes tranvías, cigarros, peluquería un almuerzo en algún hotel chic. Luego se permitirá una vuelta en auto, por calles y avenidas. Es necesario lucir su esbelta figura, su perfil bien dibujado, su bigote claro y sedoso. Oh conquistar a alguna mujer hermosa y elegante, tener una intriga con una casada seductora y guapa! Hasta donjuanesco se siente Castillo. Antes de almorzar el joven entra a la peluquería. Entrega sus manos a la manicursita, que en media hora le talla y le pule esmeradamente las uñas. Luego es el barbero que lo rasura y le compone el cabello. Castillo sale de la peluquería más Menjou que nunca. Su corbata de fina seda tiene tonos de esperanza y de ilusión. Su vestido el menos usado. luce todo el prestigio de la más reciente moda.
Castillo almorzará en el Bolívar que, para él, es lo más suntuoso y aristocrático. Escogerá los platos más raros de la lista, que le presenta el mozo, platos que nunca ha probado, pero que responden a sus ansias de grandeza y de lujo. Platos con nombres franceses: consomme. vol au vent. y péche melba. Media botella de Sauternes riega estos manjares. Apenas si le queda dinero al joven para el automóvil, un Chevrolet. casi nuevo, que encuentra en la puerta. a pasear por el girón de la Unión, por la Avenida Leguía y por la Avenida del Progreso. En qué calle, en que rincón lo esperará esa aventura quimérica, esa aventura digna del hombre parecido a Menjou?
Vicente comenzó a vivir dos vidas. La una; la exterior, era la tranquila, la ordenada existencia del empleado de banco sección giros internacionales cumplidor de todas sus obligaciones, incluso las familiares. La otra, la de adentro, la del espíritu era una floración exuberante de anhelos irrealizables, un delirio, una tormentosa cabalgata de ilusiones; Vicente trabajaba casi como un autómata, todas sus energías espirituales giraban alrededor de un pensamiento único: su semejanza con el actor cinematográfico.
Cuando proyectaban, en algún cine, una cinta de Menjou corría a verla y el más insignificante gesto de su sosía tenía, para el joven, una importancia casi sagrada.