26 Amauta ser en su resignado la lluvia, el granizo y la tempestad aterrorizante de la sierra.
El niño indígena recibiendo la influencia directa de un hogar defectuoso que está fuera de la cultura actual y por otra parte, del ambiente social que presenta caracteres negativos, no podrá formar otra personalidad que no presente los rasgos de tal influenciación. Tímido, desconfiado, con las formas del sometimiento humilde, carente de iniciativas y huérfano del caudal necesario de ideas y de lenguaje; parece aún que en algunos regiones ya presenta síntomas de la fatal herencia de los padres entregados al alcoholismo, vicio que se extiende estimulado por algunos comerciantes que no reparan en los medios para locupletarse de dinero. Indolente, carácter que responde muy bien a la falta de aspiraciones; es el distintivo de toda entidad sometida y humillada porque solamente la libertad puede inspirar los grandes ideales de ascensión y progreso.
El niño blanco o mestizo, lleva una vida relativamente ajustada a cierto número de prácticas de orden y como recibe la influencia de un hogar superior a la del indio, resulta un niño mucho más preparado para someterse a las labores que impone la escuela, tal como está organizada en el país; es por eso que los dos niños reunidos no puedan realizar un trabajo uniforme. Son dos entidades diferentes por fruto de dos hogares también diferentes e importa una injusticia someterlos a una unidad de acción. La ventaja del niño blanco resulta mucho más manifiesta al considerar que la enseñanza se da propio idioma y todo o la mayor parte del provecho lo obtendrá este niño.
El niño indígena es un factor de trabajo activo que contribuye eficazmente, ya que no al incremento de la riqueza, por lo menos a su conservación. los cuatro años cuida de la casa; a los seis vigila los sembríos y de los siete a los doce o catorce, se encarga del pastoreo del ganado, hasta que los hermanos menores le reemplazan, dedicándose ellos a las labores agrícolas. Como los padres, hasta hoy mismo en algunos lugares apartados, no apreciaban inmediatamente los beneficios de la escuela y los pequeños comenzaron a mirar con prevención, terminaron por negar la conocurrencia de sus hijos, lo que motivó el que se juzgara al indio como rehacio a la enseñanza. El niño indígena se presenta tal cual es en la soledad de los campos, dando libre expansión a su inquietudes infantiles, ya sea en la sencillez de sus juegos, ya en los constantes diálogos con los riscos, con las plantas y con el ganado o ya en sus cantos monótonos y quejumbrosos.
Muchas familias indígenas que forman colonias de los hacendados blancos o que de alguna manera dependan de éstos, ceden el servicio de los menores en calidad de sirvientes, contemplándose casos en que los niños indígenas han sido obsequiados a familias de la costa. Demás está decir que el blanco o el mestizo da el peor trato posible al niño indígena, pues que, no solamente que no se cuida de enviarle a una escuela, sino que le hace víctima de castigos corporales de crueldad inaudita en las que campean el látigo y el palo. Un niño tratado en esta forma es un futuro hombre que ha perdido todas las cualidades de iniciativas y de acción libre y en el que solamente se han almacenado rencores, odios y miedo. El niño indio así criado, tampoco puede atesorar ningún sentimiento noble de apego a la casa y desde allí consi