Amauta 25 a el hombre. Es así como un hogar desordenado formará a su vez individuos igualmente desordenados en su vida.
El hogar, tal como acabamos de ver, tendrá que ser la fuerza negativa para anular toda acción que pudiera desarrollar la escuela, razón por la que se impone la necesidad de no influenciar únicamente en la unidad del niño, sino en el hogar mismo, para modificar y crear tales hábitos que pueda cooperar con la escuela en la formación de la nueva personalidad indígena. Cualesquier esfuerzo de una escuela de acción aislada únicamente para el niño, tiene que estrellarse contra las fuerzas de inercia, que opongan el hogar y el medio social, contrarias todo movimiento progresivo; de donde la necesidad de hacer desaparecer esos obstáculos poderosos, influenciando en un sentido de mejoramiento; siendo éste uno de los principales propósitos de la Escuela Hogar o nueva escuela que proyectamos. para que no se diga que discurrimos sin fundamento alguno, haremos presente que el licenciado, fruto de la acción de una escuela muy mediocre, como es el cuartel, vuelto al hogar y al medio, se anula incorporándose a la intimidad de donde fué extraído o se convierte en un vulgar tiranuelo de su propia raza. En el primer caso (90 por ciento. no han podido resistir a la fuerie acción del propio hogar y del medio social que, rechazando toda función ajena, trata de absorver lo que no está con su modalidad; y en el segundo caso, el individuo ha perdido las afecciones de raza, es decir, se ha desvinculado de su propio elemento y no existiendo ningún eslabón afectivo, es claro que, dentro de una relativa cultura incipiente y hallando más fácil y cómoda la vida de holganza y teniendo al alcance de la mano el elemento a cuyas expensas puede vivir, se entrega de lleno al abuso y a la expoliación.
Creemos de que la nueva obra educativa debe comenzar por el hogar, inspirande esos sentimientos de unión y afecto que son los fac.
tores primarios para la consolidación de una verdadera entidad hogareña. Creemos que el hogar indígena tiene que ser modificado o reconstruído en un sentido racional y en tal grado que sin importar una revolución violenta, opere una evolución paulatina, en armonía a las leyes que rigen la de las agrupaciones sociales, para de allí arrancar, en acción simultánea, con la obra educativa, del individuo, del hogar y de la sociedad. a fin de que los tres factores puedan aunarse en la corriente y no presentar fuerzas contrapuestas que mútuamente se destruyan.
El niño indio se cría en un ambiente de libertad que excluye la disciplina en los actos de la vida. Salido de los cuidados maternos juega como quiere empleando únicamente las cosas que la naturaleza pone a su alcance (agua, piedra, tierra o barro. come en el lugar que se le antoja y en la posesión que más le acomode, viste con indiferencia, se asea incidentalmente y en su vida de pastoreo y agricultor dispone de completa libertad; el niño indígena viene a ser, pues, uno de los más libres de las agrupaciones sociales. Sin embargo, el trato que recibe en el hogar es casi inhumano, porque desde los primeros años es víctima de castigos corporales que despiertan el miedo y no el cariño para los progenitores. En el pastoreo vive los días caniculares o lluviosos, abandonado a su propia suerte, vagando a capricho rebaño, entre los pajonales punzantes de los quebrachos cerreños o en medio de las interminables llanuras en donde acuchilla el frío, sufriendo