46 Amauta ¿Por qué se había fijado Elena en Vicente? primera vista el joven le había gustado por su airosa figura, y, ahora, que lo trataba, le gustaba aún más; generoso, un poco ingenuo, un poco niño, pero tan cariñoso, tan rendido. un partner de paseos y de baile muy decorativos. Su empleo, oficio, profesión o trabajo? Elena sabía que era empleado de un banco y nada más. Lo veía gastar con largueza; él la invitaba al cinema a tomar té, a pasear en auto y le obsequiaba flores, cigarrillos y bombones. Qué muchacho tan simpáticol. se decía Elena. Mientras tanto un usurero cobrando un subido interés había adelantado a Vicente tres quincenas de su sueldo.
con Mañana iré contigo donde tu quieras El flirt de Elena y de Castillo había llegado a un punto, donde sólo cabían el encuentro en un cuarto de hotel o la ruptura. Mañana iré contigo donde tu quieras. Vicente sentado en su cama son las dos de la madrugada no puede dormir, saboreando la dulzura maravillosa de esa promesa. Todo está satisfecho, en él; su vanidad Elena es bonita, elegante y casada. cierto romanticismo del que no ha podido deshacerse y el ardor sensual de su juventud. Mañana será mía. Qué hermosa es la canción de la vida y de la juventud!
Pero. De pronto una idea se le clava en el cerebro y lo obsesiona a tal punto, que el joven se cree al borde de la locura. Una idea tan terrible que le impide saborear la promesa de su amiga. Dónde la llevaré. Con qué dinero pagaré la habitación donde nos amaremos y la joya, que debo obsequiarle, en recuerdo de ese momento de dicha y de amor?
Vicente se muerde los puños de ira y de desesperación. Se tira del lecho y camina febrilmente por el cuarto. Su capital lo constituyen. Oh ironía! tres soles, que descansan en un bolsillo de su chaleco. él que quisiera obsequiar a su amada con una joya digna de una princesal El que sueña, para marco de sus amores, con un cuarto adornado con rosas y claveles, con un cuarto de cuyas grandes ventanas se viera el mar, el mar armonioso y sereno. Ese mar que contemplarían juntos, las manos enlazadas y murmurándose ternuras. En la mesa, sobre un mantel de encaje, los esperaría una cena champagne, pollo, ostras. Todo como en una película de Menjou. Qué desesperación la de Vicente! Una de las mujeres más lindas de Lima le ha prometido ser suya y no tiene con qué agasajarla.
Son las siete de la mañana. Vicente no ha dormido en toda la noche. Sin tomar desayuno se va al trabajo; hay en sus ojos como una chispa de locura. El jefe no ha venido hoy; está enfermo. Castillo le toca llevar la caja.
Así lo ha ordenado la gerencia y a Castillo le parece como si lo sacaran de un antro de oscuridad y de horror. Cambia la expresión dolorida de su rostro y, de nuevo, la sangre corre ligera por sus venas.
Inconscientemente, sin que su voluntad actúe ha formado su plan. Apa