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Amauta ceptar su responsabilidad y su misión de hombres. La palabra juventud. políticamente, estaba ya bastante comprometida. No en balde las jornadas del fascismo se cumplían al ritornello de Giovinezza, giovinezza!
El mito de la nueva generación, de la revolución del 19, ha perdido mucha de su fuerza. Sin duda, la guerra señaló una ruptura, una separación. La derrota del proletariado, en no pequeña parte, se debe al espíritu adiposamente parlamentario, positivista, demoburgués de sus cuadros, compuestos en el 90 por ciento por gente formada en el clima prebélico. En la juventud socialista, se reclutaron los primeros equipos de la Tercera Internacional. Los viejos líderes, los Ebert y los Kautsky en Alemania, los Turati y los Modigliani en Italia, los Bauer y los Renner en Austria, sabotearon la revolución. Pero Lenin, Trotzky, Stalin, procedían de una generación madura, templada en una larga lucha. Y, hasta ahora, la abstracción triunfante de la Revolución del 19 cuenta muy poco en la historia, al lado de la obra concreta, de la creación positiva de la La conquista de la juventud no deja de ser, por esto, una de las necesidades más evidentes, más actuales, de los partidos revolucionarios.
Pero, a condición de que los jóvenes sepan que mañana les tocará cumplir su misión, sin los alibis de la juventud, con responsabilidad y capacidad de hombres.
16 XPLORANDO un sector contiguo al de las confesiones de Chamson, Prevost y otros jóvenes europeos para emplear el término de Drieu la Rochelle, me detendré con el lector en otro ensayo novísimo, el publicado por Emmanuel Berl, con el título de Premier Panphlet. Les literateurs et la Revolution. en los números 73 a 75 de Europe. Berl intenta, en este ensayo, el replanteamiento de la cuestión de la Revolución y la Inteligencia, que tan frecuentemente preocupa a los intelectuales de los tiempos post bélicos. Su estudio es, en gran parte, un proceso a la literatura francesa contemporánea, severamente acusada por su conformismo y su burguesismo que Berl documenta copiosa y vivazmente.
Berl parte en su investigación, de este punto de vista: Dudo comienza diciendo que la idea de la revolución pueda ser clara para cualquiera que no signifique por ella la esperanza de confiscar el poder en provecho del grupo de que forma parte. La más sólida enseñanza do Lenin es aquí, talvez, donde hay que buscarla. La idea de la revolución no se oscurece jamás en Lenin porque él dispone de un criterio muy seguro para que sea posible que se oscurezca: todo el poder a los soviets, todo el poder a los bolcheviques. Triunfa sobre Kautzky con facilidad porque Kautzky no sabe ya lo que entiende por la palabra revolución, en tanto que Lenin lo sabe. En Les Conquerants. Borodine declara: la revolución es pagar al ejército. Así hubiera hablado Saint Just. nosotros tenemos aquí el sentimiento de tocar la evidencia revolucionaria. Pero semejantes definiciones cesan de valer desde que no se está más en plena acción, justificado por el acontecimiento que se desencadena. No puedo aceptar que se reduzca la idea revolucionaria a la serie de emociones o de efusiones líricas que puede suscitar en tal o tal persona. La Revolución no es el muchacho que disputa con su familia, ni el señor a quien aburre su mujer, ni la cor