70 Amauta PIERO MARUSSIG, por Emilio Pettoruti a STE ilustre pintor triestino, que nació bajo el imperio de Francisco José, cuenta en la actualidad cincuenta años de edad y proviene de una de las más viejas y acaudaladas familias de la flamante ciudad italiana.
No lo atormentaron nunca las preocupaciones materiales, y dedicóse de lleno con gran amor y entusiasmo a la pintura. Su vida sencilla no ofrece páginas biográficas brillantes; trátase de un hambre sombrío y poco comunicativo, lo que no obsta para que veces, durante una conversación artística se entusiasme y llegue a lo paradojal: el hombre se abre todo; incansable, trabajador, posee una vastísima cultura artística y literaria. Estudió en Viena, Munich, Berlín, Roma y París; de estas dos últimas ciudades sacó mayor provecho en beneficio de su delicado y culto espíritu.
En Roma estudió los clásicos y muy especialmente a Rafael, de quien copió varias obras; en París, atraído por el movimiento impresionista lo vemos orientarse hacia esa escuela, pero sin llegar jamás a hacer pintura impresionista, lo que por otra parte no hubiese podido ocurrir por ser su natural inclinación a cerrar la línea. Transformóse, en cambio, cuando conoció y estudió las obras de Van Gog y de Cézanne, sobre todo las del ilustre francés, lo que aportó a Marussig un ensanche de su visión impresionista académica.
Es entonces cuando el artista, después de haber visitado los más importantes museos y galerías de Europa, y de haber estudiado las nuevas manifestaciones artísticas, siente la necesidad de abandonar las grandes ciudades para retirarse a trabajar en contacto con la naturaleza y poder, así, controlar y justificar los medios usados por los grandes artistas. Regresa después a su ciudad natal y se encierra en su señoril villa durante diez largos años y en la calma de tan delicioso retiro su porvenir artístico se identifica idealmente con la evolución de su sensibilidad y el afinamiento de sus facultades receptivas frente a los aspectos de las cosas, y, paralelamente a este proceso evolutivo de sus sensaciones, vemos como se desarrolla su técnica.
El estudio constante de la naturaleza le hace comprender que en pintura la sensación no reside en el color local, ni tampoco en el dibujo rendido más o menos fielmente, pero sí, en la justa posición de los tonos y en la justa relación entre los volúmenes.
En un primer momento, Piero Marussig, fué un perfecto académico; en un segundo momento deja de lado al academismo y su visión evoluciona con el conocimiento y enseñanza del impresionismo, pero repetimos, solamente al conocer a Van Gog y Cézanne entra en la fase más seria de su vida artística, la que luego debía conducirlo directamente al hallazgo de su personalidad.
Transcurrida la guerra, nuestro pintor abandona Trieste y se dirige a Milán, donde hace su primera aparición con un marcadísimo éxito, motivando grandes y elogiosos comentarios. Instalado en Milán el artista define cabalmente su personalidad, aquella misma personalidad que se dejaba entrever en alguna de sus obras juveniles, que luego fué perdiéndose a medida que sufría las influencias de las diversas escuelas de las que hoy sólo resta lo que asimiló para fortalecer su temperamento.