68 Amauta Dos nombres nos parecen representativos, entre los que ahora surgen.
El de Andre Beucler, que abre esta tendencia con Le Pays Neuf, un país de sueño, irreal. est cette marge de la société dice un crítico, André Cayatte ou nos aspirations se depouillent des conventions quotidiennes. Así, por ejemplo: sus héroes tienen nombres vagos, como El Filósofo, o nombres muy comunes como Visse, que es otra manera de vaguedad.
Pero si Beucler inicia, otro más nuevo todavía, Armand Tréguiere continúa y realiza la tendencia, aumentándole su propia originalidad, con Tristán, Juliette et Mephisto, con Artaban, novelas que tienen aun la tinta fresca.
En estas últimas realizaciones se puede estudiar con la mayor precisión los temas y simpatías de la nueva novela francesa.
Primero, algo sorprendente: La vuelta al amor. El corazón está de nuevo en boga, en contra de lo que propugnaba Cocteau al decir que le coeur ne se porte plus. Pero no se le dice a la mujer, con ditirambo, a la manera romántica, te quiero o le adoro. sino valiéndose de sutiles subterfugios. La simpatía que los nuevos sienten por Valery Larbaud quizá se deba al hecho de haber mostrado el papel de la mujer, si no como héroe absoluto, como centro de fenómenos sentimentales.
Se vuelve a un neo romanticismo, y se añaden nuevos sentimientos. Entre ellos, el de la amistad. En un país de transición, de espíritus turbados, como es el de la Francia de hoy, lo que se busca ansiosamente, es, ante todo, hombres más que obras. El escritor busca el escritor, el amigo, como si hubiese escrito para él sólamente, como diciendo: Aquí estoy. Es expresivo el grito de Delteil: art est moi.
En un período en que los espíritus sienten la necesidad de creencia, se acercan más fácilmente a un hombre que a una idea abstracta.
Esto justifica la gran influencia de Andre Gide, exaltador del hombre, sobre las nuevas minorías, a pesar de su esteticismo formal y moral ya mustio.
Esta reaparición del amor y de la amistad, da lugar a un debate de dos pasiones fundamentales, que llena de calor y de vida la obra de los nuevos. No es el conflicto de Corneille, que resuelve una situación individual, sino que este problema se extiende al destino de todos los nuevos hombres, adquiriendo antiguas proporciones de tragedia. todo ello, cristalizado en un estilo desenvuelto, pleno de alegría y desenfado, herencia de los cubistas, dadaistas y surrealistas, que en el silencio de la academia hicieron estallar sus carcajadas. Nuestro Ortega y Gasset ha dicho certeramente: El artista de ahora nos invita a que contemplemos un arte que es una broma, que es esencialmente, la burla de sí mismo. Esta intención irónica del arte nuevo, es marcadísima en la nueva novela francesa, que es ante todo un juego de humor. Si la novela inglesa Stevenson, Hardy, Conrad, Joyce es acción o romanticismo puro, y la rusa Dostoiewski, Andreiew, Leonidas Leonovun desgarrador monólogo, una dolorosa etopeya, la novela francesa es hoy el género que mejor representa la alegría autóc.
tona de la Galia, que tiene su raíz en Rabelais y Voltaire, y que estalla en flor después de la guerra, como a una primavera.