Amauta 29 20. Los tres componentes de lo vivo pueden sintetizarse en una teoría homogénea y someterse a leyes idénticas.
30. Valoración del subconcientë como generador de lo artístico.
40. Valoración del arte en el orden de las manifestaciones suprarreales del orden biológico.
50. Explicación de la evolución artística en el dominio de la nueva psicología.
El análisis quinto merece una serevera crítica. Nos limitaremos a decir que en todos los casos hemos encontrado una admirable concordancia entre el estilo artístico y los factores anímicos psicoanalíticamente considerados; y, de otra parte, preciso es confesar que sería un absurdo, por lo menos hoy por hoy, asegurar que es esta la única posible acción importada a la evolución artística. Observemos que sin excepción en todas las épocas hubo el error de apreciar lo biológico sólo en la medida que aportaban hechos nuevos las últimas investigaciones científicas, y de allí que la novelería introducida en la ciencia haya siempre inducido a frecuentes fracasos.
Debemos abstenernos de prejuzgar el valor psico analítico como la única posibilidad en la apreciación de lo artístico. Es dable imaginar otras distintas rutas.
Históricamente consideradas las cosas, reconozcamos el valor de Spengler, que ha sabido diferenciar los órdenes artísticos, y mayormente a Freud que ha descubierto una de las positivas fuentes de producción. El, como nadie hasta ahora, ha penetrado en su intima naturaleza.
Para la apreciación severamente biológica será menester no conceder importancia absoluta a la forma y exagerar diciendo, con Spengler, que es un cuerpo sin alma el arte apolíneo; o reducirnos a la causalidad psíquica que sólo nos daría una parte de la verdad. Un hecho importantísimo alcanzado por nuestros análisis es el no juzgar la realidad artística de naturaleza esencialmente diferente del resto biológico, y de allí que reclamamos para ella los atributos del segundo.
Cada arte es un organismo. En todo organismo hay vida, función, forma y genética. En el análisis vimos que aprehensiblemente, ninguno de estos caracteres le falta. Apenas si, mirando como tales las cosas, podemos conseguir un atisbo de verdad.
Observemos también que los estilos artísticos, que son tan numerosos, pueden clasificarse en órdenes, grupos, etc. como en el orden naturalístico se categorizan las formas vivientes, y que en ambos casos los resultados finales las formas no son sino obras póstumas, productos de las corrientes vitales que silenciosamente trabajan en su elaboración. En un caso y otro tenemos tangibles pruebas de su existencia.
Una valorización más elevada nos hará ver que estas diferencias no tienen más valor que el de las cosas locales y que detrás del todo hay una realidad cual es la que más interesa. Entre las diferencias que presentan los seres son las morfológicas las que menos valen; las fisiológicas, y más aún las psíquicas, son en cambio realidades sustantivas.
Por ello poco importa que sea el arte gótico tan diferente del antiguo en aspecto estructural; pero sí, más importa saber cómo esas estructuras traducen la vida, o son capaces de liberarla en su manifestación más avanzada.
Digamos también que las diferencias morfológicas pueden resultar