Amauta 21 alguna tan misteriosamente bellas. No será el mismo motivo que nos hace sentir en los sueños tan perfectamente poéticos a objetos que en otras circunstancias no daríamos valoración alguna? no es la misma la razón que puede darse para apreciar lo bello en el arte apolínico, donde la valuación puede ser hecha en la medida que cada forma imita la realidad. Pero en el arte gótico, estando por una necesidad irrefragable alejadas las cosas de lo real, se precisa una actuación simbólica que dará a cada forma una inherente viscosidad. Todas las produc ciones góticas, son, por decirlo así, ampliamente viscosas, y esta misma no es sino desprendimiento de la libido sublimada en forma poética. La capacidad de presentarse bellas que poseen las formas artísticas es el fenómeno más interesante de las manifestaciones de esta indole y para lo cual trataremos de penetrar en una interpretación que complete la esbozada por Freud en el proceso de la sublimación.
La valoración de la forma artística muy distintamente que en la generalidad de apreciaciones se hace por manifestaciones afectivas.
La conciencia nada aporta a esta comprensión; el subconciente sin más participación elabora su juicio y le impone. En otras valuaciones el conciente puede modificar u ofrecer determinada resistencia; se puede discutir, se puede razonar. No así la apreciación artística; el juicio del subconciente es absoluto pese a nuestra voluntad y nuestro criterio.
Observemos que sólo los procesos afectivos imponen órdenes tan despóticas. Luego se infiere que el hombre no formula ningún juicio crítico artístico: el hombre ama la forma artística. El hecho tiene una explicación bien evidente. Las formas del arte están ampliamente dotadas para atraer aquellos fragmentos del alma destinados a la sublimación; traducen una realidad arcaica de la vida, y el alma que se desplaza hacia ellas y se encuentra favorecida para la intima compenetración con el motivo artístico realiza en realidad una transferencia en el sentido artístico que le damos. Pero la transferencia en el orden psicoanalítico es un fenómeno accidental y transitorio, aunque según Freud la transferencia surge espontáneamente en todas las relaciones humanas. y por ello mismo, permítasenos aplicar el término para el fenómeno artístico; en este sentido es la transferencia una realidad hereditaria y su producción entraña una modalidad normal del alma humaSólo así es posible explicar el por qué veneramos las cosas del arte, y la diferencia cualitativa y cuantitativa con que los hombres captan su realidad.
Son afectos desarticulados de la utilización humana cuya actualización sólo se permite la formas astutamente simbólicas de un remoto infantil o filogénico contensor de la cosa prohibida, y de allí que la intuición de la belleza sólo traduce un amor profundo por cosas cuyo significado no es dable penetrar.
Sinteticemos nuestras interpretaciones: en las manifestaciones artísticas se dan dos producciones a expensas de la energía destinada a la sublimación; una que da paternidad a la forma (con desplazamiento, simbolismo y condensación. la otra productora de la irradiación del afecto sobre la forma ya concebida. La consecuencia de ambas es el pla cer conseguido a expensas de creación o de contemplación. Lo primero entraña la acción de los estados potenciales; lo segundo es un objeto de función.
En la elaboración de los sueños acompañados de consecuciones na.