Working Class

10 Amauta de marcos que le ha sido acordada sobre su pensión civil que recibe en calidad de rey de Prusia el emperador mismo, pide insistentemente noticias de los envenenados en tratamiento en el hospital municipal. su alta esposa, femenina y enternecidamente, hace por intermedio del chamberlán von Winterfeld, expresar su condolencia a Kirshner, burgomaestre de la ciudad. En verdad, el burgomaestre Kirshner, no ha comido arengue a pesar de su baratura y se encuentra él con su familia en excelente salud. No es tampoco que nosotros lo sepamos parientes o relacionado de Joseph Gehie o de Lucien Sciptierovski. Pero después de todo ¿a quién el señor chambeelán von Winterfeld, debía expresar las condolencias de la emperatriz? No podía evidentemente trasmitir las salutaciones de su majestad a los pedazos de cadáveres que yacían sobre la mesa de disección. En cuanto a los miembros de sus familias įhay alguien que los conocía. Quién podría encontrarlos en los cabarets, los hospicios, los barrios de progtitución, y también en las usinas y las minas donde ellos trabajan?
Es por esto que el burgomaestre Kirschner acepta en nombre de ellos la condolencia de la emperatriz, lo que le da fuerzas para hacer suyo y soportar estoicamente el dolor de los parientes de Scipterovski.
Ante la catástrofe, en el Concejo Municipal igualmente, se dió pruebas de sangre fría viril. Se hizo investigaciones. Se redactó comunicados cubriendo de tinta innumerables fojas de papel. Pero a pesar de todo, se tuvo siempre la cabeza en alto y contra los espantos de la agonía en los cuales otros hombres se debatían, se permaneció con valor también, con el estoicismo de los héroes antiguos delante de su propia muerte. sin embargo, todo este suceso ha puesto una nota discordante en la vida pública. Ordinariamente nuestra sociedad conserva cierto carácter de decencia exterior. Ella observa la honorabilidad, el orden y buenas costumbres. Aunque es cierto que hay lagunas o imperfecciones en la estructura y en la vida del Estado. Pero después de todo, el Sol también no tiene manchas. existe aquí, abajo, alguna cosa perfecta? Los obreros mismos, yo entiendo los mejor pagados, los que están organizados, creen de buena voluntad que la existencia y la luchá del proletariado se prosiguen dentro de límites de honorabilidad y compostura. La gris teoría del pauperismo no ha sido refutada ya desde hace tiempo? Todos saben bien que existen asilos de noche, mendigos, prostitutas, soplones. criminales y otros elementos de perturbación. Pero se piensa ordinariamente en esto, como en algo lejano, existente en alguna parte, fuera de la sociedad propiamente dicha.
Entre la clase obrera decente y sus parias, hay un muro y se piensa raramente en los miserables que se arrastran en el fango, al otro lado del muro. Pero, bruscamente algo sucede, algo que hace el mis.
mo efecto que si en un círculo de gentes bien educadas, amables y distinguidas, alguien descubriera por casualidad en medio de los muebles raros y preciosos, las huellas de un crimen abominable o de innobles corrupciones. Bruscamente un horrible espectro arranca a nuestra sociedad su máscara de compostura y enseña a todos que su honorabilidad no es más que el atavío de una prostituta. Bruscamente aparece que la superficie brillante de la civilización cubre un abismo de miseria, de sufrimiento y de barbarie. Verdaderos cuadros del infierno surgen, en los que se ven criaturas humanas hurgando en los montones de ba