Amauta en obrero, de 47 años, Lucien Scieptarorski, 65 años, etc. Cada día se traían nuevas listas de hombres sin albergue, víctimas del envenenamiento: La muerte los finiquitaba por todas partes: en el asilo, en la prisión, en el chaufoir público o simplemente en la calle, acurrucados cualquier rincón. Antes que el año nuevo naciera, al son de las campanas, 150 se retorcían presas de los espantos de la agonía y 70 estaban ya muertos.
Durante muchos días, el modesto edificio de la calle de Froebel, que todo el mundo rehuye en tiempo ordinario, concentra hoy sobre él, la atención general. Cuál era, pues, la causa de este envenenamiento en masa. Se trataba de una epidemia o de un envenenamiento provocado por el consumo de alimentos en descomposición?
La policía se dió prisa en restablecer la tranquilidad de la población: No se trataba de una enfermedad contagiosa. Mejor dicho, el hecho no presentaba ningún peligro para la población docente, para las gentes distinguidas de la ciudad. La muerte no tocaría más que a los ha.
bitués del asilo de noche, los cuales, con ocasión de la fiesta de Navidad habían ingerido, arenques podridos o aguardiente infectado. a trés bon marché. Pero aquellas gentes ¿dónde se habían conseguido esos arenques podridos. Los habían comprado a un vendedor ambulante de pescado. o los habían recogido de los montones de basura en el mercado? Esta última hipótesis fué inmediatamente descartada por la perfecta razón de que los desechos de los mercados, no constituyen, como podrían imaginarlo las gentes superficiales ignorantes de las sanas medidas de la economía política, un bien sin dueño, del cual el primer vagabundo que llega, se puede apropiar. Estos desechos son reunidos y vendidos a grandes empresas que les utilizan para el engorde de puercos. Se les desinfecta y muele cuidadosamente. Así sirven de alimento a ese rebaño. Individuos vigilantes de la policía de mercados velan para evitar que los vagabundos vengan a tomar sin autorización el alimento de los puercos, para comerlo así sin desinfectar y sin moler. Era, pues, imposible que, como algunos lo imaginan fácilmente, los sin albergue hubieran recogido su festín de Navidad entre los montones de basura de los mercados. Es por esto que la policía buscaba al vendedor ambulante o al pulpero que ha vendido el aguardiente infectado, que determinó el enveneramiento.
En el trascurso de toda su existencia Joseph Gehie, Karl Melchior, Lucien Sciptoriopski, no habían nunca atraído la atención, tanto como hoy. Pensad, pues, qué gran felicidad! Verdaderas juntas médicas secretas investigan prolijamente entre los intestinos de las recientes víctimas. El contenido de sus estómagos, para los cuales el mundo había hasta entonces manifestado tanta indiferencia, es ahora examinado minuciosamente y hecho objeto de apasionadas discusiones en toda la prensa. Los periódicos anuncian que diez de esos señores se ocupan en preparar líquidos para el cultivo del bacilo, causa del envenenamiento. Por otro lado, se quiere saber de una manera precisa dónde cayó enfermo cada uno de esos miseralbes. en el Tenil donde la policía encontró muerto a alguno de ellos o en el asilo donde otros habían pasado la noche? Lucien Sciptierovski, ha devenido súbitamente una importante personalidad y si él no fuera en este momento cadáver de olor nauseabundo sobre la mesa de disección, seguramente tendría para inflarse de vanidad.
Sí, el emperador mismo que ¡Dios sea bendito. está preservado de peores males, gracias al aumento por la vida cara, de tres millones